En el país de Alicia Abatilli

Vengo de las sombras. Me acribillan los verdes. Todo fosforece, hasta el regreso. Mi paso de agua serena se cubre de brillo, escudo de tu oscuro tiempo. Me tiendo en mi lecho, inmenso, sin olas. A mis orillas, manzanillas e instantes se bañan. Ya no huyo. A veces,  me oculto entre piedras, que son palabras y buscan traspasar la nada. Puente que se hace rama entre tu silencio y mi orilla desamparada. Fuga a la que me aferro como única tabla, como si cada letra fuese un  faro para mi duda.

Quiero compartir algo que hoy encontré en el blog de Víctor Cerasale, EL DISPENSADOR , a quien me gustaría que muchos de ustedes tengan la posibilidad de conocer, porque hacerlo es engrandecerse, es contagiarse de confianza en que el mundo está lleno de buenas personas, sólo hay que tener la dicha de encontrarlas. Compañeros de ruta, les agradezco por la paciencia y la espera, por la presencia y la búsqueda.  A continuación, lo dicho: Me dijeron que la línea es recta, cuando lo es... se torna incierta... impredecible, y hasta desierta... porque de hecho... las geometrías de la vida, parten de los sentidos de las esferas, se entrelazan en dobles espirales, que ascienden y descienden, enlazándose con circunstancias, que diseñan un perfil, que identifican una identidad, que se traduce en las respuestas personales, mediante dones y talentos, de aquello que asumimos, como los sentidos bajo los cuales navegamos, siguiendo propios vientos. suelo andar entre montañas,

Me puse el mejor traje de otoño, lluvia y ocre vida. Entre mis brazos, llevaba sueños que temían al invierno. Y así, vi, vimos, amé, nos amamos y nos dejamos nacer en besos. Un mundo de encuentros acalló al miedo. La calle se despejó de culpas y dejó que la cubran  las hojas del nosotros. No quise mirar más allá, acepté su promesa de futuro compartido. De cielo claro, estrellado de milagros y suspiros que se convierten en versos. Temí acostumbrarme al vacío y a la sed de otra piel.

¡Despierta! ¡Maravíllame! ¡Deslúmbrame! No me he ido. Deseaba que volvieras, que lamieras mi hastío y despejaras las sombras. La lluvia hace brotar los misterios en la tarde. Absorta,  me descubro polen, trigo, campo. Por las grietas de la tierra escapan la duda y el cansancio. Los naranjos sin frutos hablan de azahares y entrega. Ansias del viento en mi cara, brazos enlazando delirios. Balada que es néctar fresco sobre mi piel de luna. Me sé amada. Soy pétalo sin esperas. Hoy… hoy no le temo a nada.   

 Has borrado el otoño y comienzo a extrañarlo. Porque vienes con flores despertando el aire y me convences que ya es septiembre. Llenas de ruido la casa, se escapan los miedos. Abril se intimida con tu promesa de hojas verdes y como aún creo en los milagros, prefiero dejarte hacer… Pero mi único árbol, ese amigo, el que jamás me ha mentido, golpea mi ventana con sus ramas desnudas, me recuerda otras primaveras inventadas, esas que murieron al llegar julio. Porque quizás, si dudas de algo,  no sea bueno que me inventes primaveras, amor. Después, cuando el invierno llegue, así, brutalmente, no sabré qué hacer con el frío y el silencio aullando sobre tus huellas.