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Instantes

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Aprovecho cada instante. Ninguno en especial. Todos, los mágicos y los cotidianos. El sol y las mandarinas. La risa de mi madre. Su tejido. Su voz, sembradío de ternura y su voluntad de hacer. La conversación de los gorriones en mi ventana. Si llueve, o si hay viento, invierno o verano. Las formas de las nubes, si es de noche o de día. El gato de mi vecino que hizo cambio de domicilio y ahora exige que yo lo adopte o él adoptarme a mí. El grillo que me canta la hora, las abejas en mi limonero. El limonero, explosión de amarillo y verde, los ceibos y la menta creciendo en mi vereda, las formas de lo vivo, coliflores como rosas gigantes. Las manos del albañil levantando una pared, todas las manos, las de mi hermana pintando. Sin preferencias de colores, todas las flores. De los aromas, las glicinas perfumando primaveras. La serenidad del lago, la rebeldía del río. El último brillo del sol hundiéndose a lo lejos. El Universo fluyendo, sin noso

A mi pueblo

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Andan las hadas contradiciendo las sombras. Llevan consigo luciérnagas que tiemblan en sus rondas. No hay amaneceres tristes en mi pueblo, la vida arrincona sus colores y los declara eternos. Allí el pensamiento se aquieta por un rato y dejan las ideas de señalar conjeturas. Es el río el que manda y el viento quien adoctrina el rumbo del sortilegio de cada hora. Se enredan los sueños en el viajar del agua y  los pájaros estremecen la tarde con sus alas. Cuando regreso a mi pueblo, descubro sin remordimientos, al silencio jugando a las escondidas con la última luz del día, pregonando (a quien sepa escucharlo), que otra vez el mundo se ha salvado, aunque la noche diga lo contrario. 

Espera

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Su sonrisa ha extraviado el brillo de luna llena. Todo lo que mira deja el rastro de un desierto de cristal. Hay amores que pierden la memoria, no saben de días, desembocan en lo vano. Sucede, a veces, que uno solo es el que se pierde, el otro sigue buscando y repitiéndose en esa búsqueda. Es como si no pudiera despegarse de una rosa,  o del sol cubriendo la ventana de un instante. Mundo diverso, profundo, breve, incierto. Quizás la muerte sea lo único extenso, o mejor dicho, la nada. Mientras, la  melancolía soslaya todo lo que tenga que ver con lo nuevo, por si acaso, la otra puerta se cubra de algo vivido, aunque más no sea una mísera sombra.

Tu poema

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Será de tarde cuando escriba un poema que hable de vos. En la noche los poemas omiten a los pájaros  y los claveles duermen entre las estrellas.  Mis versos repasarán tu piel  y se convertirán en estrofas tus palabras.  Un poema que tenga tu ritmo, tu pulso, tu canto.    Sin ruidos ni zozobras, corazón  conjurando caricias.  Visitante del sueño que tuvimos en aquel jardín secreto. Será un poema que dibuje un “siempre” en cada coma, y en el centro de mi alma,  la certeza de saberme enamorada. Si me lees pregonando a los cuatro vientos que el amor no existe, no me creas, es que no quiero profanarlo…

De la luz

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Presente

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Queda una flor inquieta  doblándose en una fecha que cae sobre un nombre. Pero el árbol que persiste entre las piedras, deja escapar un suspiro verde y recuerda a mi infancia. Rumor familiar que se pierde en un jardín. Jardín en donde las sombras reposan  junto a mi adolescencia. Hasta el silencio tiene la forma del recuerdo. Allí moran, entre la hierba, mis sueños. Hoy sus pétalos se cubren de cenizas pero el sol insiste, como obstinada hormiga, en quitar una a una las ruinas en las que están dormidos. El corazón sacude el frío de mil inviernos, otra vez lo siento mío.  Porque al fin la soledad se desmiente a sí misma y el destino borra los rastros de un amanecer ya vivido.  Mi piel se cubre de mañanas que se sumergen en tu sonrisa.

Entre el recuerdo y el olvido

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