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Carta para Juan

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Ha pasado mucho tiempo desde que nos olvidábamos de todo, pies acompañando la danza del  Uruguay,  creyendo que el mundo se salvaría con los que, como nosotros, intuíamos la redención del mismo. Palabras que hacían la plancha sobre los camalotes , se ondulaban cuando discutíamos sobre música o el arte en general. Eras mucho más joven que yo, pero tenías más seguridad en tus afirmaciones.  Decías que el arte no salvaría nada, sí la ciencia.  Apenas trece años, Juan , y yo callaba ante tu seguridad. Quizás tenías razón, la ciencia explique algún día este embrollo llamado mundo. Yo estudiando el profesorado, vos con las zozobras del secundario, tía y sobrino, pero la edad no importaba.. Quien nos escuchara, pensaría que sólo hablábamos de tonterías. En ese entonces tan serias, hoy quizás nada más que ideas. Ambos temíamos hundir  los pies y descubrir que en el fondo no había arena. El barro nos hubiera decepcionado  con su contacto. De esas charlas junto al río, creo que salió tu

Cuando se inicia la marcha...

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Cuando se inicia la marcha y los ojos dejan de buscar el  siempre, mientras sonríe la distancia, todo parece gritar, hasta el tiempo. Pasos que pueden quebrar el regreso, sal que se hunde en las lágrimas. Olas que borran las huellas. Párpados que no se abren cuando alguien sueña  con un beso.

"El niño con el pijama de rayas"

Quizás muchos hemos visto la película . Nos hemos emocionado y hasta llorado con ella.  Cuando la veo, cada tanto, por alguna extraña razón, no puedo dejar de identificarme con Bruno. Por eso de creer que   en el mundo existe el mal, pero existe en mí la fe que dentro del círculo cercano, el propio, no está. Que nada malo puede sucederme o sucedernos... De allí la lucha.  Sabido es que estamos obligados a elegir y decidir, entre todo, aquello que podemos llegar a atender, aquello que nos produce satisfacción, aquello que nuestra conciencia no puede dejar  que dejemos de hacer. Elegir, por ejemplo, ser cada día menos "Bruno".  Aceptar que estamos solos en este mundo, sin aturdirnos por ello. Solos. Que las personas son libres, y hacen lo que quieren, a nuestro pesar, aunque sepamos que se equivocan. Que estas personas libres son como una manada de animales mansos que serviles, marchan al corral (o al matadero) en donde su amo dispondrá su suerte.  Molesta aque

El invierno de ser mujer

Anda por la casa intentando descubrir dónde se esconde el frío. Siembra de brasas el pasillo, el amanecer y sus dudas. Estallan en la casa como pequeños diablitos. Destino que se consume antes de nacer. Piensa en los durazneros floreciendo (hace falta soñar un rato para ello) Es invierno y el cielo es un gato que ronronea sombras y se abraza a la chimenea del vecino. Quien parece gritar su contento por el humo que produce. Escucha del éxodo de turistas por las vacaciones de verano en España Nadie se conmueve ante la agonía de ella, fría, desnuda, descalza. Mujer que tiembla al pensar en la suerte de su limonero y sus frutos a punto de nacer.  Se cumple la profecía:                                   Muere la luz y repliega sus alas el sueño de ser una mujer que enciende hogueras en invierno.

Junto a la Zamba del Nuevo Día

¿Alcanzaste alguna vez ese secreto que se esconde entre los árboles?  Se ata a la rama más alta y desde allí se mece, esperando que tu suspiro lo lea, o tu sonrisa. Si lo quieres tomar desde el tronco, no podrás, será como el tiempo, se convertirá en río imposible de navegar, sangre caudalosa por la que se escapan los lamentos. Una mañana, me atreví, y subí a ese árbol. El mensaje decía que conocía esa sensación mía de no entrar en este mundo, de sentirme a veces pequeñita, otra flotando en otro mundo y hasta a veces, vida que se transparenta bajo mis pies y la veo correr como lava. Ya sé, no me comprendes, me lees y no me comprendes. Igual escribo, aunque ahora casi ya no lo hago. Esperé con paciencia no hacerme pedazos, esperé tu pulso ayudando al mío, pero no. Jamás regresaste. Te pedí que no me callaras, en el recuerdo. Pero eso es imposible. Nadie puede hacerse responsable de estos pensamientos que me abordan y me hieren de silencios. No todo es desertar. Llegan las

Hay verdades...

Hay verdades que no se buscan. Llegan. Nos hacen mezquinos. Nace la culpa de ser analfabetos al lenguaje de lo que vendrá. Negarlo es más fácil.  Luego, cuando estas verdades estallan, nos quebramos.  Con el tiempo,  comenzamos a recorrerlas, dejamos que su espinas sangren nuestro dolor. El afirmar que no están ya no forma parte de nuestra salvación. Antes de dormir,  nos llega el rumor de sueños quemándose irremediablemente. Flamas azules, como azules eran los sueños, muestra este fuego que poco a poco deja de  quemar. Quizás sea el morbo que justo al final, cuando todo es ceniza, buscamos tomar con nuestras manos lo que ya no es. De algún lugar, surge un verso, habla de la dulzura de aquello que se resiste a ser olvido  pero huye con el primer suspiro. 

"Mundialidad"

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