¿Y para cuándo la vida?
Dejémonos de malos presagios, de doler ausencias que jamás fueron presencia. Que nuestros pasos sólo sean de ida. Tuvo mucho tiempo la muerte para dejar su huella, evitemos intuirla, al menos por un rato. Que nuestros días sean algo más que deseo o una pobre fachada de sueños. Observemos en dónde crecen las nuevas raíces. Penetremos el alma de la tierra y respiremos con ella, la embriaguez de vivir naciendo. Logremos, al despertar, que en nuestro menú aparezca, la respuesta a esta pregunta: