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Cielo de ladrillo hueco

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Lo mismo de siempre. Río que se escapa y una duda del estar siendo mientras voy muriendo. Ojos que buscan ávidos,  lo que no verán jamás. Sólo este cielo de ladrillo  hueco y el instante que dura un beso, señalando que el universo no es lo que imaginamos, siempre es algo más… y más.

Ángel de la guarda

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Dejo que la tarde se levante con tu aliento Cuando decidas dormir, descenderán las sombras pero no temas, yo estaré despierta. 

Llama el viento a la flor

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Suelo encontrarme de pie, mirando algo que no veo, quizás sea un lugar que no conozco pero sueño.  El viento me trae el recuerdo de glicinas en espera. Me gustaría decirle que ahora no, que no puedo, que hay flores marchitándose cerca. Pero el viento no sabe de ruegos, abro mis manos y descubro en ellas una semilla germinando entre mis huellas. La miro de cerca, es muy pequeñita, pero puedo oírla gritar: "¡Aún estás a tiempo, aún estás a tiempo!"

Rosa en vuelo

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Todavía queda parte de la vieja biblioteca con la que aceleré los días de lluvia y las noches sin luciérnagas en el campo: algunos capítulos de los libros de Salgari , Sábato o Cortázar ( de su Rayuela quedó apenas las tres hojas finales). Pedro Páramo está casi completo, aparentemente no fue de fácil digestión para los ratones. El "Pequeño Larousse Ilustrado" aún conserva su estructura en general, algunas letras faltan pero no son tantas. Tropecé con dos cuadernos de la escuela primaria, uno me pertenecía. Era de “Lengua”, un diario de mis primeros intentos como escritora. Me sorprendió lo que encontré en él, algo así como un tesoro presentido, me descubrí en esas hojas amarillas-tiempo mucho mejor de lo que hoy puedo hacerlo, la lozanía en cada palabra, la ternura y la inocencia… Era una imagen perfecta de mi pubertad: La cocina a leña. El temor a crecer intuyendo quizás el dolor que llegaría luego. Los primeros indicios de mujer y mis mil maneras de esco

Crecer

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Doblegar la prisa sin fundamentos y permanecer. Amañarse en desencuentros y salir ileso. Desfilar por los sueños y no decaer. Embestir mil tempestades y seguir riendo .

Velero

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Los ancianos nos enseñan a no temer al silencio.

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Los ancianos nos enseñan a no temer al silencio porque un día fueron voz y juntaron la suya a la de tantos y sus horas crecían en sonido compartido. Supieron de pájaros persiguiendo un cielo, de ropa de niño esperando al viento, de pan recién horneado congregando a los suyos y de la paz de la casa cuando todos dormían. Los ancianos nos enseñan a no temer al silencio, al único que le temen es al de los que pudiendo hablarles, prefieren no hacerlo, porque ya los consideran muertos.