En el país de Alicia Abatilli

Dejen de replegarse,                       de ser sigilosos. Salgan a los campos, liberen a los pájaros,                     caminen descalzos. Díganse “tengo suerte de haber nacido”                                ¡Intimen con la vida! Derriben de las plazas, los grotescos bloques de cemento, planten naranjos, durazneros y ciruelos . Que sus veredas sean jardines. Que la miseria quede tras las rejas. Recorran sin temor los viejos sueños. ¡Hagan florecer un tiempo nuevo!   "Sofía, hada de las flores" Córdoba

"Pureza, rocío del alma, que transparenta las sombras en las que voy descubriendo huellas de la mujer que alguna vez fui." Fotografía: Diciembre y mi agapanto florecido. Córdoba                 2009

Este amor sonámbulo,  emerge cuando la flor se tiende  entre la seda de la noche  y el suspiro de un poema  no enunciado.

Quizás del espanto eclosione la belleza por petición del desconsuelo, porque llegaremos al límite de lo terrible y lograremos aprender de aquello que ya no nos hiere. Cuando el sollozo enmudezca en nuestras gargantas y descubramos que la lealtad de la palabra puede ayudarnos a degustar del nuevo día, correremos con la costumbre vieja de abrazar la tarde y permanecer esperando que el viento nos hable de otros corazones que buscan la misma patria o el mismo espacio. Recién ahí recordaremos que alguna vez también quisimos ser pájaros y extendernos en nuestros vuelos hasta llegar a la intimidad de la primavera, hasta rastrear el pasado para jugar con las lunas de Júpiter y dejarnos atrapar por el cosmos cuando éste abre su ventana para que podamos escuchar su violines. Permitiremos que por la misma ventana se escape la desesperanza , que se lleve con ella los anhel...

Desde el alba se transparenta la sinfonía del silencio en celo y despierta el vacío de la ternura que alguna vez fue miel en la flor de tus ojos, hoy vestidos de miedo. Hay un "te quiero" rompiendo las cenizas de la espera que se descalza y me camina

Escribir poemas, escribir poemas o no escribirlos y desfallecer, mientras tanto , buscar un argumento para celebrar la idea que promete algo más. Ser crédula hasta el hartazgo y convencerme que la bondad ES. Oler a tierra cortejándose con la lluvia. Despojarme de este ropaje de fiesta vil. Dejarme alcanzar por la dirección de las nubes, sin orden, pero indagando, siempre indagando la razón de ser...

La risa del que se marcha truena en los rincones del silencio. Ahí descubrimos que somos colibríes temblando ante los relámpagos del recuerdo.