Para variar, llueve.
Para variar, llueve. Y lo que escribí hasta ahora, se moja de impaciencia. Hablaba antes de amantes generosos, de lo no prohibido, de la luz y de la verdad… Llueve y comienzo a tantear entre la nostalgia; choco con la larga herida de la tristeza, sin conseguir codificar el significado del peligro desmayado en las palabras. Llueve y el universo se ríe de la ternura que guardé. Olvidé conservarla entre las envoltura de pascua que tengo en algún rincón. Llueve. Huraña, escucho himnos que no entiendo, que abren fronteras que presiento no traspasaré; que acercan heredades a las que nunca perteneceré. Llueve y no supero mis ganas de recordar aquellos mensajes que destruí sin saber que hoy viviría de ellos; sin retorno en esta búsqueda de alas sin vuelo. Llueve y pienso que tengo que sacar urgente un turno en el hospital de las almas tristes. No sé si para mí habrá remedio, no sé si tenga cura tanto desconsuelo, no sé qué brebaje puede sanar siglos de nostalgias, no sé cuán avanzado esté mi m