Junto a la Zamba del Nuevo Día
¿Alcanzaste alguna vez ese secreto que se esconde entre los árboles? Se ata a la rama más alta y desde allí se mece, esperando que tu suspiro lo lea, o tu sonrisa. Si lo quieres tomar desde el tronco, no podrás, será como el tiempo, se convertirá en río imposible de navegar, sangre caudalosa por la que se escapan los lamentos. Una mañana, me atreví, y subí a ese árbol. El mensaje decía que conocía esa sensación mía de no entrar en este mundo, de sentirme a veces pequeñita, otra flotando en otro mundo y hasta a veces, vida que se transparenta bajo mis pies y la veo correr como lava. Ya sé, no me comprendes, me lees y no me comprendes. Igual escribo, aunque ahora casi ya no lo hago. Esperé con paciencia no hacerme pedazos, esperé tu pulso ayudando al mío, pero no. Jamás regresaste. Te pedí que no me callaras, en el recuerdo. Pero eso es imposible. Nadie puede hacerse responsable de estos pensamientos que me abordan y me hieren de silencios. No todo es desertar. Llegan las