En el país de Alicia Abatilli

¿Tal vez del río? ¿Lo trajo el viento? ¿Fue el final del grito? ¿Se descolgó del invierno? Lo encontré en silencio.  Parecía hablar con el tiempo. Sus ojos eran de niño.  Su alma dibujaba el agua con círculos. Me pareció que era azul  o quizás blanco.  Ahora descubro que no sé,  ni de dónde vino ni de qué color era mi sueño…

  Miraré el cielo todos los días libro abierto en el que leeré las palabras del viento, entre todas escribiré un poema ese que llegará a tus ojos y hablará de ternura en abrigo no pensarás en distancias, estaré contigo tus suspiros se unirán a los míos y descubriremos que mientras nos conmueva lo mismo es posible concebir un mundo de soledad compartida

 Porque no recuerdo tu nombre, por eso no te llegará esta carta.  Parece extraño, lo sé, cómo pude olvidar tu nombre sin que jamás se haya ido de mí  el recuerdo en el que me refugio cuando busco sobrevivir a una gran pena. Cuando éramos niños, me pediste que si alguna vez publicaba algo de lo que te contaba,  te dedicase algo. Ahora lo hago.     Sólo se vive una vez dicen por ahí, no sé, quizás algunos necesitamos vivir más de una vez, para aprender lo que es importante de lo que no. Afortunadamente, a pesar de no recordar tu nombre, supiste escribir en mí distracción algo que jamás se borró, yo que estoy llenita de olvidos, contigo no, soy toda paisaje indeleble. Queda una fotografía, escondido entre los demás, ahí estás, te acerco a la luz, como para negar tu ausencia y descubro que no he despertado un solo día sin el deseo de buscarte, pero soy tan indecisa, tan temerosa de que todo sea un espejismo que me invento mil motivos para evitar emprender el viaje hacia vos, qu

Mi amor, te sueño   sin soñarte, como el ave busca su nido sin buscarlo, porque sabe que el sur lo espera sin llamarlo. Campos yertos sin tu cielo, alabanza plena entre tus brazos. Tienes algo de pampa y de trigales y yo tengo algo de águila y de infinito. Cada palabra es una esperanza que arrasa el poder del silencio y del desencuentro  Nos buscamos sin saberlo, porque ambos presentimos el milagro, lo inexplicable del amor y su luz de sueños   

Falta coraje para abrir la espesura de la soledad, quizás después de ella el bosque sea pura belleza pero no nos atrevemos, hace tanto que las hojas no se mueven, que ese suelo no ha sido pisado por ningún verano, senderos que jamás fueron descubiertos, como si el invierno se hubiese eternizado. Algunas hormigas se animan y abren el juego, pero las asusta el viento que delira con tormentas.  Un caminante roza el instante en que la noche abandona el cielo, pero no se atreve, queda mudo, se conforma con la estepa...

Un día   cualquiera, de julio pero de olvido, se levantó la neblina antes que la mañana y cuando todo debía ser silencio, un murmullo fue creciendo. Era la súplica de un imposible que ante mí se arrodillaba   Le pedí que se marchara, demasiado luto había guardado.  No quería derramar más lágrimas que se fuera lejos, bien lejos con su historia de lamentos.

Me despertaron muy temprano   No entiendo su idioma, pero me pareció que jugaban, Los gorriones aman esta ciudad ruidosa conocen de ella hasta sus sombras.

Borro todo lo que comience con E, me recuerda tu nombre por lo del e xilio, por lo de e scribir en la madrugada porque niego todo lo que tenga que ver con la e ntrega Tu nombre comienza con cualquier letra, jamás con E Tú lo sabes, yo también, pero la disfrazo, que nadie sepa.

Creen que estoy loca cuando río de lo mío. Así somos los soñadores, no necesitamos del otro cuando se nos canta divertirnos ¿Que estoy loca? No importa que lo digan. Quizás ser poeta exige no ser muy cuerdo,  es jugar un poco con los versos esperando que se acomoden entre ellos. Que todo lo hago a destiempo, las palabras no aprenden del apuro, tropiezan entre ellas. Las prefiero lerdas. Quizás sí, estoy loca. ¿A quién importa? A nadie molesto.     Claro. No es fácil comprender que los versos viejos hacen bulla con los nuevos pero no se asustan de mí, no corren. Me esperan. Si  ellos me dejan algún día, tal vez,  podrán llamarme loca, porque de tanta soledad,  enloquecería…