En el país de Alicia Abatilli

Un  año se ha ido. Otro llega. ¿Lo mismo? Intercambian deseos los hombres ¿Creen? La realidad llora por un ayer, error que duele. 2013 deberá vencer lo más oculto, ese aire de eternidad que anda suelto. Sueños que estallan como fuegos de artificio.       Y yo… no sé nada de ellos, los alejo. Me conformo con mi limonero y esta luna, ninguno de los dos me promete nada, pero ambos están al alcance de mi mano, uno soñando con azahares, la otra, soñando entre mis versos. 

Contra toda previsión la noche habla de besos, de manos que son barcas tocándose sin amarras,  de rosas que son verdad y suben hasta enlazarnos.  Como este pensarnos corriendo,  murmurando una y otra vez "te quiero". Y somos parte de lo mismo, de la mañana, la claridad y los versos, algo así como la felicidad  que se enseña a todos aunque pretendamos ocultarla, no se puede, porque estalla  y se hace viento. Y de pronto, todo es tan abstracto,  como lo es el Universo,  el significado del mismo y su silencio.         

Yo no sé, esta Navidad, es diferente a todas, mi madre sufrió un ACV el 20 de julio de este año, quedó hemipléjica, pero de todos modos  su ánimo, ese viento maravilloso que la levanta cada mañana, esas ansias por descubrir algo nuevo día a día, hace que realmente yo crea otra vez en los milagros. Digo, no es para deprimir a los demás, es para que piensen que nada está dicho definitivamente, ni cuando los médicos te dicen "llévela a su casa, si quiere, que muera allí"... No lo crean, siempre se puede. No permitan darse por vencidos, no anden llorando aquello que aún no se ha perdido. Para mi vieja y para mí, todos los días es un nacimiento, ojalá aquellos que hacen una costumbre del lamentarse, de agobiarse por cosas que no tienen tanta importancia,  lo aprendan de una vez por todas.  De eso se trata la Navidad, de vivir naciendo . Sin tantas flaquezas y cobardías. ¿Algún día lo comprenderán los pesimistas de siempre?. Ojalá, ojalá. Les dejo estas  fotografías, e

El búho blanco del tiempo me observa desarrajar sueños y tu insistencia obliga a la distancia acercarse todo lo que puede. Pero me escapo, pretexto naufragios. Me regalas velas. No ves mis anclas ni lo bravío del mar. Desbordas mi soledad y descubro brillo de libertad Tienes  profundidad de  huracanes y la paz de mi lago azul.    Me tomas de las manos, insistes en borrar mi extravío Haces brillar la vida entre el barro, barca que espera y me sonríe desde una orilla que no es la mía pero me aproxima a ella para que la elija.

Cerca, muy cerca. A una distancia en la que puedo alumbrar tu sueño. Soy la que te despierta sin que sepas de mí. El centro mismo de tu tiempo. Soy la que peregrina en la noche y la hago más profunda para que no me descubras. Cuando una sombra se espanta y profana tu descanso, es porque no pude calmar al viento y me extravié en la suavidad de tus labios. Quizás, si entrecierras los ojos, me encuentres.  Pero no suspires, porque un suspiro tuyo puede hacerme comprender que jamás nos veremos.

Estaba quedando sin fuerzas. Mendiga de un estrella. Algo que me salve. Nada. En la  gorra que juntaba limosnas, dejaste caer una palabra. Brillaba. La tomé presurosa. Descubrí su valor cuando se la dije a otros. No volví a mendigar.  Esa palabra me cubre toda. Es la estrella que se negaba:

Con el viento entre mis pasos, cambié de rumbo. Llovía. El gris maltrató al silencio y  la rutina se marchó, erizada y fría. Llegué a un lugar que es lugar de todos, con su intemperie sin distancias. El sol jugando a salvar el cielo y el paisaje cubriéndose de pájaros. Desde entonces, es así como subo   el día, volando...

Dijimos una hora, cualquiera, la del infinito abierto al rubor. Sucedió el encuentro. Renacimos. Todo era parte de un ritual. Hablamos de eternidad. Soñamos. Llamó a nuestra puerta un águila, llevaba consigo una serpiente. Dudamos. Me preguntaste si te amaba. No dije nada, pero lo dije todo. Perdimos

Nubes que arden llevándose tu recuerdo Corto de raíz tu nombre, que deje de crecer, que dejen de crecer las sombras al abrirse tus huellas y ya no me recorran, que no me caminen de memoria. Es mejor ser un animal herido,  o una luna que sólo tiene su reflejo, a ser esta mujer que espera tu regreso.

Te detienes en la confidencia de la tarde y te amparas en ella, pero leo tu perfil. Sé que puedes oírme, aunque finjas no hacerlo. Nuestros sueños siguen dándose a  la par, hasta en el presagio somos fértiles. No me haces falta, seguimos frecuentándonos. Así, sin palabras, ni imposibles. Somos los jamás abandonados, los convertidos en versos, los que crecen sin renunciar al otro, porque nos abrimos a la entrega, aún sin conocernos…