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Mostrando entradas de enero, 2014

Piedra, arena y río.

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No imagino al río retenido entre las piedras, prefiero la arena blanda huella en la que se pierde el día. Si de piedra es el lecho de un río queda entre ellas el recuerdo. Cuando es de arena, todo es caricia piel dorada que cubre sus ansias, las del río y lo embriaga. Río que corre entre piedras retiene su camino al mar. Río que baila en la arena no dejará de buscar otro reino, quizás más allá del mismo mar.

¿Cuándo?

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Anhelo...

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Cuatro naranjos en una esquina. Al medio dos limoneros y en la otra esquina, cuatro ciruelos. En el centro durazneros y lo que me quede de terreno, vides con sus plantas de romeros. Con los pájaros, de quienes soy amiga, llegaremos a un arreglo: en verano, ellos no me dañan las frutas y en invierno, cuando les falte el alimento, yo me encargaré de proveerlos. En cuanto a las hormigas, al no saber ya cómo hablarles, pues no escuchan razones, crearé un cerco con mentas, caléndulas y orégano. Convocaré a las abejas, siempre me agradaron, no sé si ellas lo sepan, pero no dejo de admirarlas cuando visitan mi siembra. Quisiera que las mariposas también vengan y si tengo la suerte que los colibríes visitaran  mis frutales al fin podré decir:                                   ¡He aquí una mujer en primavera!

Enero y mi árbol

La noche habla con una luna  que no la escucha, sus palabras resuenan en mi  ventana. Traen perfume de otro mundo. Más distancia. Una mano que me busca y sé que no me alcanza. Quizás el cansancio cubre de sombras  el recuerdo de su espera silenciosa. O quizás son sus raíces esperando a la lluvia. Otro tiempo, aventuras. El arroyo y mi árbol columpiando travesuras. Me gustaría renacer en su ternura arribando  en cada hoja del alba, cuando enero vestía de paciencia  su copa  mientras yo le hablaba de milagros   y  creía ver anidar  la eternidad entre sus ramas.