Todavía queda parte de la vieja biblioteca con la que aceleré los días de lluvia y las noches sin luciérnagas en el campo: algunos capítulos de los libros de Salgari , Sábato o Cortázar ( de su Rayuela quedó apenas las tres hojas finales). Pedro Páramo está casi completo, aparentemente no fue de fácil digestión para los ratones. El "Pequeño Larousse Ilustrado" aún conserva su estructura en general, algunas letras faltan pero no son tantas. Tropecé con dos cuadernos de la escuela primaria, uno me pertenecía. Era de “Lengua”, un diario de mis primeros intentos como escritora. Me sorprendió lo que encontré en él, algo así como un tesoro presentido, me descubrí en esas hojas amarillas-tiempo mucho mejor de lo que hoy puedo hacerlo, la lozanía en cada palabra, la ternura y la inocencia… Era una imagen perfecta de mi pubertad: La cocina a leña. El temor a crecer intuyendo quizás el dolor que llegaría luego. Los primeros indicios de mujer y mis mil maneras de esco