En el país de Alicia Abatilli

Vivir sin que nada nos determine Sin que el antes o el después nos encamine No abrirle los brazos al miedo                                 y reencontrarnos. Vivir sin temerle al fin del mundo constantemente Evitar las preguntas que nos llevan a la muerte Sugerirle a nuestra historia lo que nos plazca                               y pertenecernos. Vivir dejando que nuestra barca toque cualquier puerto Dejar de creer en que nuestro destino ya está escrito. Desprendernos de los signos que tallan remordimiento                             y perdonarnos. Vivir sin habitar otro sol que no sea el  presente Taparle la boca a la tristeza hasta que muera de hambre Crucificar a la angustia hasta que diga basta                           y dejarnos SER.

Te esperaba Como espera el puerto ese barco que encalló muy lejos o el camino las huellas que deja el viento del regreso Te esperaba con un beso adormecido, hasta que la lluvia nació arqueando las distancias y se quedó mojando tu recuerdo en las arenas del olvido.                                                             Llegaste. Se abrió mi alma, desterré a los fantasmas y un torbellino de luciérnagas habitó mis días y dejó su velo por un rato el misterio. Se expandió el cielo latiendo al compás del deseo y el puerto vió brillar la llegada de su barco y el camino le abrió sus brazos al regreso y nos sostuvo entre sus manos un dios llamado Encuentro Se mezcla el tiempo  y busca refugio en el insomnio de una lágrima. Otra vez te has ido. El universo ha tomado la forma oblicua del adiós Ya no tengo tu nombre para negar este desierto.