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Mostrando entradas de septiembre, 2008
A las puertas de tu castillo
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¡Amor! Te llamo para que detengas tu carrera de azul distancia, para que el olvido no se enseñoree en la pradera infranqueable para los dos. ¡Amor! Mariposas que destilan dolor nos llaman, nos encierran en círculos y nos impiden seguir camino, De la certeza nadie sabe, quizás sus huellas fueron borradas por el rocío, pero allí donde hicimos un altar a nuestra ternura, un ramillete de flores nuevas, sonríe a la esperanza. Sé que tu recuerdo es vecino de mi melancolía. Lo cruzo como quien cruza el camino desandado mil veces. Pienso que si me animo a ir mas allá de él me encontraré con el paraíso de tu sonrisa en espera, siempre en espera, algo así como una fuente de gracia eterna. Mi cobardía me deja en silencio. Tiemblo ante las acometidas de los demonios de siempre. Todos los ángeles alegres decidieron regresar a sus cielos, de nada sirve que les grite, que les anime a regresar, ya no los tientan las canastas doradas ni las flechas mensajeras de amor. Quizás, si buscase otras palabras,
Deseos de septiembre
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Agosto se quiebra por su propio peso, cae a la misma velocidad que cayó julio. Veré cómo hago para que septiembre me encuentre preparada, para que su declinación sea despacio, con cuidado, para que no se malogre el fruto de esos días. Esperar este mes exigiendo que replieguen sombras los miedos vanos, pedirle a la noche que teja su delicada red de suspiros y que las palomas tristes dulcifiquen su canto. Preparar en cada esquina una fiesta, cada día celebrar un aniversario. Que los fuegos artificiales se confabulen con el viento borrando una a una las huellas del desencanto. Que las distancias se unan, para que el Norte y el Sur al fin celebren, el casamiento del otoño con la primavera. Que no haya despedidas, ni agonías. Desterradas sean la mentira y la melancolía. Soledad y septiembre no congenian. Que no se llore en septiembre, ni se entristezca. Que le encontremos el ombligo a la vida para hacerle cosquillas, que no existan besos contenidos, que los días no sean una mera sucesión de