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Me voy con las golondrinas

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Patitiesa, aturdida, iracunda y molesta,  árbol roído en el centro por tu silencio. Con tu promesa de regreso que golpea como golpea la espera y me llama “tonta” Busco en mí , me pregunto hasta cuándo. A qué llorar lo que jamás fue, a qué mentirme Aquí estoy, con lo poco que queda de todo. No vengas a regalarme una gota de alegría   Escritos al vuelo

Escritos al vuelo: La carta

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Sabrás que te escribo, cuando los cipreses te hablen. Aún no los has escuchado, no aprendes, no sabes. Veo a las nubes hablar con el aire, como mis palabras abrirse en el cielo, apartando el olvido, avanzando entre los escombros indóciles de lo negado. Aprovecho la última brisa de verano para que se enrede esta carta en el lugar que reposa tu nostalgia, como al descuido la descubras y sin querer la abras. No sé si me recordarás, mi nombre quizás te sea conocido, como se reconoce el sabor de una naranja en cada naranja, pero nada más, algo familiar, oscilando en alguna  hora que ya no es la nuestra. No puedes imaginar cuánto tiemblo al escribirte, al ensanchar mi memoria. ¿Aún vives en el campo, en esa casa con un patio inmenso, un molino -hogar de horneros-, una huerta que cuidas con tanto esmero, unas cuantas gallinas, una laguna en la que juega la vida y sus reflejos, una mujer y los niños insistiendo en despintar tu tiempo?  No te gusta el sol cayendo, nunca te gustó, te

Antes del error

No voy a dejar para mañana, no lo haré. Me llevo por el presente, hoy se lo diré Mañana puede ser tarde. No, no callaré. Mañana, mi hombre amado, será viento, palabra o silencio, cielo o infierno. Y así, por miedo, quizás lo perderé. Que suceda lo que deba suceder. Que me quiera si me quiere querer, y si se va a otras tierras, sabré entender. Doblaré mis abrazos, cerraré mis ojos, juntaré las manos y ya no floreceré. LO AMO, en este instante, LO AMO. No está soñando.  Soy yo. Lo llamo. Amanece, no es tarde. Aún no es tarde. O quizás lo es. Pero yo no lo sé ver. Sólo él me lo puede dar a conocer Sus palabras aquietan a los pájaros. No vuelan, están alerta, escuchando Mi alma, alerta también, temblando Todo el campo parece estar esperando. Habla y habla sandeces. Harta, ensordece.. Me arrepiento. No le digo nada. Anochece. Ahora él es ruido, nada más que ruido. Sólo el río se atreve a contradecirlo Agua y llanto. Ha callado el mirlo.

Escritos al vuelo (II)

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5. Todos los amores viven aún en mis labios,  sus luces y sus sombras, sus vidas y sus agonías, miel y acíbar. Ninguno se ha ido. A veces, quisiera que tomasen la costumbre de las golondrinas, pero se obstinan, siguen abrevando en esa eterna canción que les regala la esperanza.   * * * 6. Tu presencia es rocío para la rosa sedienta de mi melancolía Hazte amiga de ella, sé su sombra, no la enfrentes, es más fuerte que tu amor. Siéntate y conversa con ella. No la silencies. Espérala, está de salida. Nos dejará por un rato a solas para que al fin podamos amarnos. * * * 7. He cambiado en tu mirada, ya no brillo en tus ojos, ni sueño en tu piel. Me borré de todo. Y me lacera saberlo, descubrirte tan distante. Intento detenerte como quien desea detener el último madero que lo salvaría de ahogarse. Pero una ola te lleva lejos. Es mejor así, ya no me pesas. Prefiero tocar el fondo por mis propios medios.  Sola. * * * 8.   Matices   Alegría: rojo y verde Belle

Escritos al vuelo (I)

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  I.  El campo sediento ruge y me quedo quieta. Temo esa tormenta que nunca llega, la presiento en la oscuridad, debajo de mi piel, atravesando mis días, viajando como esas aves silvestres que buscan un lago, pero no lo alcanzan jamás. Tomo entre mis brazos a la misericordia y uno mi rugido al campo,  hasta que los dos regresemos a la vida o nos extingamos a la vez. II . Nada se parece a la serenidad que bebí de tus labios, ni al dolor que desnudaste por tus heridas.  Dejé que ese dolor creciera lo suficiente hasta que pudiese aprender los primeros pasos y escaparse con el primer gorrión que visitó mi ventana. Luego, siguiendo a ese gorrión, te fuiste. Otra vez sola, me digo "es mejor dejar cerrada la ventana". Ya no te espero.     III . Me confieso viva.  Hace tiempo que mi piel sufrió la mutación invisible. Dejó al fin, en algún rincón, tu rastro.  Por eso no hurgo por la casa en donde hemos vivido. Por precaución, para no pisarlo, aunque aún brill