Desbarajuste
Hay una sarta de palabras que se me escapan, que parecen desparramarse sin ubicarse como yo deseo.
No quiero que la última se junte con la primera, ni que la coma se líe con la palabra “amor”. Las ordeno como acostumbro, prolijamente, me descuido y... ¡Otra vez! Están jugando entre ellas. Los adjetivos se esconden tras los verbos, y los adverbios aprovechan un sustantivo ampuloso para colgarse de sus espaldas...
“¡Todo es un lío!”, la gramática me reclama, le contesto que no tengo culpa, que ella vigile las palabras cuando yo me alejo. Me responde que su función no es de vigilante, sino de control… No me cree, la gramática no me cree ¿Si ella no lo hace, quién? Pero no debo entretenerme, las voy a vigilar yo misma, pondré candados entre oración y oración, ataré cada palabra al renglón que les corresponde, tendré que tener mucho cuidado, ellas saben engañarme muy bien, saltan más alto que yo, se ocultan con más facilidad y hacen amistad con mayor rapidez. Evitaré que hagan grupos cerrados, no las dejaré que se reúnan en la plaza a tomar tinta, por las dudas intenten confabularse. Como cuando ataron todos los signos de exclamación que andaban sueltos, los aferraron a la última ventanita de la Torre de Babel y así lograron escaparse… Evitaré los párrafos multitudinarios, todos serán breves, cautos, a cielo abierto. Cuando vea más de dos palabras corriendo juntas, las amonestaré, “que en los espacios en blanco no se corre”, les diré…
Ellas saben que me gusta cuando cantan todas juntas, saben que me dejan al descubierto. Por un tiempo no las escucharé, me privaré de mi mayor placer.
Haré todo para evitar este descontrol, en mí está la buena intención.
Dejo a consideración del lector si lo logro o no…
No quiero que la última se junte con la primera, ni que la coma se líe con la palabra “amor”. Las ordeno como acostumbro, prolijamente, me descuido y... ¡Otra vez! Están jugando entre ellas. Los adjetivos se esconden tras los verbos, y los adverbios aprovechan un sustantivo ampuloso para colgarse de sus espaldas...
“¡Todo es un lío!”, la gramática me reclama, le contesto que no tengo culpa, que ella vigile las palabras cuando yo me alejo. Me responde que su función no es de vigilante, sino de control… No me cree, la gramática no me cree ¿Si ella no lo hace, quién? Pero no debo entretenerme, las voy a vigilar yo misma, pondré candados entre oración y oración, ataré cada palabra al renglón que les corresponde, tendré que tener mucho cuidado, ellas saben engañarme muy bien, saltan más alto que yo, se ocultan con más facilidad y hacen amistad con mayor rapidez. Evitaré que hagan grupos cerrados, no las dejaré que se reúnan en la plaza a tomar tinta, por las dudas intenten confabularse. Como cuando ataron todos los signos de exclamación que andaban sueltos, los aferraron a la última ventanita de la Torre de Babel y así lograron escaparse… Evitaré los párrafos multitudinarios, todos serán breves, cautos, a cielo abierto. Cuando vea más de dos palabras corriendo juntas, las amonestaré, “que en los espacios en blanco no se corre”, les diré…
Ellas saben que me gusta cuando cantan todas juntas, saben que me dejan al descubierto. Por un tiempo no las escucharé, me privaré de mi mayor placer.
Haré todo para evitar este descontrol, en mí está la buena intención.
Dejo a consideración del lector si lo logro o no…
Comentarios
Carlos Eduardo
Insisto. No sé que esperas para la novela. No te quedes en el blog, no te contentes con esa entrada diaria, vos podés hacer muchísimo más.
Te admiro.
Jorgelina
¡Qué texto!
Estoy seguro que más de uno nos sentimos sobreexcitados con él, todos los que flirteamos con el oficio de la escritura. Has hecho una argumento perfecto de los batallares a la hora de dotar de vida al inmaculado papel, de vestir los renglones del papiro.
¿Algún escritor que me contraríe?
Buena salud a todos.
Es obvio que las palabras también se quieren , se enamoran... Sólo unos cuantos tienen el talento para encontrarlas y juntarlas.Tú eres una de ellas.
Saludos.
Gracias.
Gracias.