La lectura de un caracol

Cada día me cuesta más cargarme a mí mismo.

No sé si es el frío, el viento en contra o este cansancio mío.

El camino se quiebra, se resiste a mi peso, llevo tanta tristeza dentro y la gota de rocío está tan lejos…
Es difícil ser caracol, nadie sabe cuán difícil es andar tan lento.

Los humanos se quejan de nada, lo sé por sus escritos.

Me llevó todo un año desplazarme por un libro de ellos, (no digo "arrastrarme" porque esa palabra no es bien entendida por los demás, cómo quisiera explicarles que no todo lo que se arrastra es malo, hay quienes vuelan y son asesinos, como el gavilán ese que anda cerca...)

Tirado estaba en el campo, sus hojas se movían al ritmo de las del viejo sauce cuyo tronco fue mi hogar.

Me gustó jugar con los renglones, confundirlos con los hilos que voy dejando al pasar.

Como nunca fui a la escuela de caracoles no sé diferenciar un cuento de un relato o una prosa poética, por eso yo lo llamo "escrito", como para no confundir más…

Hablaba de traiciones desconocidas y de temidas persecuciones de algún otro lugar. Si sabré yo de persecuciones, las que sorprenden por escondidas, que salen desde el centro de la tierra y las que llegan del cielo y duelen por certeras.
Hablaba también de las debilidades personales, de esas zonas que uno pretende desconocer, pero sabe que están, como el lado que nadie observa de la luna. Yo nunca pude ver la luna, no sabía que tenía dos lados… siempre con mi cuerpo pegado a la tierra, preocupándome por mi “propia debilidad” no se me ocurrió mirar tan lejos…

El escritor decía que prefería exponer ese lado del que hablaba como plato principal cosa que después más sosegado, en los postres uno pueda dedicarse a las virtudes personales, como éstos se sirven al final, y generalmente el lector es marcado por el mismo, es lo que más recuerda, lo que se sirve como "primer plato" quizás sea disimulado por el elixir del último minuto… Entonces... ¿Yo sería "expuesto" al principio? Porque aún no me enterado que sirvan caracol de postre…
Mencionaba el escritor su nostalgia, esa nostalgia de algo desconocido que cada tanto agobia sin orden y que si él supiera el motivo quizás dejaría de buscar algo más, siempre algo más.

O ese deseo de estar en otro lugar cuando está bien en el lugar elegido, una especie de estúpida inconformidad inexpresable. Ahí me detuve y lo repasé otra vez, algo de esa nostalgia llevo conmigo, creo que es eso lo que me pasa, cuando más cómodo estoy en mi caparazón, algo hace que comience andar. ¿Para qué? El nuevo camino es más incómodo que el anterior, más difícil y peligroso, ¿Así que lo mío se llama “estúpida inconformidad inexpresable”?

Quedo más tranquilo al saberlo…

Decía también que a él no le gustaban los que la “tienen tan clara”, que desconfiaba de esa claridad, que los había estudiado muy bien y descubrió que al apartar un poco la capa de la aparente “luminosidad” de éstos, uno termina por hundirse en el lodo repugnante de su propia mentira. Ahí simpaticé más con el autor, a mí tampoco me gustan los alardes que hace la cigarra esa que no me deja tranquilo los veranos, parece que todo lo sabe y todos deben enterarse de ello, diga que siempre está bien alto y yo me canso de tan solo pensar el esfuerzo que implicaría para mí llegar hasta ella para intentar hacerla callar, aunque imagino de nada serviría, nada hace silenciar a los fanfarrones, están fascinados por su propia voz…
Algunas páginas no pude leerlas, porque estaban rotas o sucias, pero en una de ellas leí lo de la soledad, de cómo el escritor iba quedando sin amigos, decía que no por casualidad sino por franca decisión.

Se preguntaba si en esa etapa de la vida él estaba haciendo abuso de algún extraño tipo de repelente para las personas que los otros consideraban extraordinarias y que para él eran lugares ya revelados. Algo así como que al no poder formar parte de lo que a la mayoría conmueve o admira hace que uno deje de ser aceptado, o quizás sea esa costumbre de reír de las cosas simples que tenía él, o el no poder disfrutar la grosería de las que todos disfrutan hacen que se fuese volviendo más solitario, porque uno se ríe distinto, porque no se disfruta de lo mismo y porque no se comulga con la inteligencia aceptada multitudinariamente. Si yo fuese escritor, como caracol, hubiera dicho exactamente algo parecido, creía que era el único incomprendido, ahora sé que hay alguien más.
Me ayuda saberlo, mi tristeza no es tan grande, hace que no me sienta tan culpable de mi soledad.

Leer lo que escribió este humano, hizo que mi coraza no sea tan cerrada. Es como si de pronto esa gota de rocío que al fin logré beber, me hiciera comprender que ella no venia sola, sino que también venía acompañada del sol que se reflejaba en su cara feliz.

Darme cuenta que podía desayunar con reflejos del sol me permitió comprender que también había luz en mí. Eso hizo que dejara de esconderme para abrirme al día, preparar mis antenitas para recibir al universo entero y compartir con quien quiera algo de mi vida, como ahora lo estoy haciendo contigo.

Para los escépticos: los caracoles también tenemos alma, nos conmovemos y somos capaces de sentirnos tristes y en ciertas ocasiones como éstas muy, pero muy felices...

A los amigos del país de Alicia: Les dejo un abrazo, humilde pero sincero como todo abrazo de caracol.

Helix...