Remitente: Amor
Hoy temprano llegó el cartero, me traía una carta que jamás imaginé recibir.
Era una carta en respuesta a la mía,"Carta al amor posible"
Es tan bella que no puedo apropiarme de ella, creo que es una carta para compartir, por ello se las dejo a ustedes.
Era una carta en respuesta a la mía,"Carta al amor posible"
Es tan bella que no puedo apropiarme de ella, creo que es una carta para compartir, por ello se las dejo a ustedes.
Comentarios
No quiero romper la magia y por intentar mejorar su lectura le quite algún rasgo de la bella letra del AMOR.
Si alguno de ustedes tiene problemas para descubrir el mensaje, me lo dicen e intentaré escribirlo al final de este post.
Los abrazo.
Alicia
Un beso.
Vengo mas tarde, besos y abrazo.
Un abrazo de oso y un besito de mago
Carlos Eduardo
ES una belleza querida amiga.
Feliz Navidad
Feliz año nuevo
Y un abrazo fuerte
mj
Un abrazo.
Alicia
Desde México.
Contesto a tu carta, a la que al fin me escribes, después de más de diez años… ¿Sólo diez? A mí me parece toda una eternidad. ¿Se te olvidó escribirme? ¿Se te olvidó escribir al Amor?
Ese olvido, siempre es terrible y trágico, pero, al mismo tiempo, siempre es muy fácil volver a hacerlo. Tan sólo basta con sentirlo, dentro de uno mismo, en ese ámbito íntimo y misterioso, donde los otros no pueden penetrar.
¡Diez años! ¿Y qué son diez años? ¿Alguna vez tuvo principio el tiempo? Si así fuera, en ese mismo segundo –inconmensurable por ser eterno- nació el Amor. Pero nosotros, tú y yo, nos encontramos un día- ambos fuera del tiempo y del espacio- en unas coordenadas transparentes; en una longitud y latitud misteriosas; en una décima de segundo supra-real, cuyo meriadiano no tocaba ningún punto geodésico del Planeta, sino que pasaba directamente por el cielo, lo invadía y tomaba de él la luz y el color del sol.
Claro que recuerdo tu caligrafía, casi infantil, de renglones torcidos y titubeantes. A través de ellos, imaginaba que el mechón rubio que, a todo color, caía sobre tu frente y tus mejillas sonrosadas, tu rostro colindante, adherido, casi por contigüidad o yuxtaposición, al del niño que enseñabas a leer. Antes, incluso, te recuerdo también, con emoción –en blanco y negro- con tu vestidito corto y su faldita a tablas, tu carita de llanto, cuando eras una niña y aún no me habías descubierto, porque –ya sabes- las niñas sólo pueden jugar al “Gallo Ciego” en las verdes orillas de tu gran Río.
Tras la caligrafía, tú te ocultabas, te oscurecías y encriptabas, disimulando tu amor.
Un día –feliz- llegaste hasta mí, al arrullo de una música sublime. Mostraste admiración y embeleso y al preguntarte si, acaso, no eras tu misma aquella música, me dijiste que sí. Desde entonces, siempre has sido para mí la misma, la que sólo tenía un nombre –Alicia- pero no origen, ni destino, ni edad, ni… rostro. Sólo un nombre y un lugar, que únicamente yo pude descubrir, siguiendo- como mis lejanos y gloriosos antepasados- el mismo camino del sol “allende el Trópico de Capricornio, donde se encuentra la morada más hermosa, en la parte más alta y noble del mundo, es decir el Paraíso Terrenal”. No precisé brújula, ni sextante o astrolabio para encontrarte.
Me bastó tu propia luz, mucho más potente y luminosa que la de las velas que encendías para poder escribir tu nombre. Pese a ello, es verdad que siempre hemos estado lejos uno del otro, pero tu noche siempre ha sido mi día, tu otoño siempre mi primavera y en mi invierno, tu verano me ha prestado la luz y el calor.
Sí, estoy cansado, muy cansado, pero ninguna noche dejo de mirar a la luna por si ella quiere decirme algo de ti. A veces, sobre todo los fines de semana, parece contarme cosas que, aún borrosas e imprecisas, como esas imágenes continuamente tintineantes que nunca llegan a cobrar nitidez, hieren mi alma, como agudos y afilados cuchillos, hasta hacerme sangrar… Mas, yo recojo mi propia sangre e incluso me aplico la venda, antes de que llegue a hacerse la herida. Porque yo soy el Amor, sólo yo puedo sufrir para que tú seas feliz.
Sin embargo, Alicia, aunque soy el Amor y soy el tuyo propio, el que antes del tiempo fue creado para ti, tengo que decirte algo muy penoso: Amor mío, yo no soy el amor posible, al que tú has escrito el otro día aquella carta, sino por desdicha, soy el que nunca podrá besar tus labios. Yo soy el amor de tu alma… Mas, por ello, –aún después de muerto- seguiré siempre, eternamente, siendo, aunque imposible, el único y el verdadero.
Y también, como tú, aunque tampoco tenga edad, ni origen, ni destino, tengo nombre.
Mi nombre es... "