Mi Querencia, "mi sueño tomado", una pena que no sea sólo un genial cuento.

Casa tomada, una pena que esta vez no pueda hablar del cuento de Cortázar, de cuánto me gustó cuando lo leí por primera vez.

Quisiera que fuese eso, un cuento de un maravilloso escritor y que se quede ahí, sin probalidad de que la realidad lo convierta en algo burdo y doloroso como me ocurre a mí...
Amigos míos, como ustedes ya habrán comprobado, mi blog, no se caracteriza por contar los avatares de mi cotidianeidad, no quiero que se convierta en algo así como un diario íntimo, aunque muchas veces la poesía es bien intimista.
Pero lo que me sucedió el sábado pasado me trasciende, me quita la paz, me sofoca y necesito expresarlo, a ustedes que a pesar de que no vivimos en la misma casa, este País que inventé es un motivo de puertas abiertas para conocernos. Lo voy haciendo en cada comentario, en cada palabra de aliento que me dejan.
En muchos posts, en la gran mayoría, verán fotografías relacionadas con el lugar que es protagonista hoy de mi tristeza, la del Dique San Roque, la de la portada misma, la del campo, la de las Sierras, etc.
Cuando salía de paseo por esta hermosa Córdoba, siempre había un lugar que me decía “sería lindo tenerte aquí”, fue el único lugar de toda esta gran provincia que me hablaba así. Esas cosas del destino, dirán por ahí, la causalidad otros y algunas la casualidad, hizo que un conocido me ofreciera un terreno… exactamente en el lugar parlante. (Suncho Huaico. Bialet Masse - El Portal de Punilla)
Con muchísimo esfuerzo, los que me conocen desde hace mucho saben de ello, porque lo contaba siempre, fui levantado “Mi querencia”, así la llamo.
Días y días trabajando, cada piedra, cada maleza, cada espinillo sabe de mi empeño.
Se levantaron las paredes, el techo, baño, cocina, algo humilde, sencillo, sin divisiones.
Por la ventana veo salir la luna y al río intentando salpicarla. Si miro al oeste el sol hablando con el lugar bellísimo de Tras las Sierras.
El pasado 18 de julio fue un día durísimo de vivir. Llego como siempre con mil cosas por hacer a Mi Querencia, veo en el jardín una moto, quiero abrir la puerta, me habían cambiado la cerradura.
Al instante aparece una pareja con dos niños que entran tranquilamente a mi casa. Les pregunto qué hacen ahí, me dice el hombre “Mamita, quedate tranquila, de aquí no nos sacás más”.
Cuando miro descubro que habían estado usando todas mis cosas, mis frazadas y sábanas todas manchadas. Habían comido y bebido lo mío, hasta el cepillo de dientes estaba todo engrudado con algo que no supe descifrar. Orinado en el piso uno de los chicos. Al parecer habían almorzado pollo, a juzgar por los huesos tirados debajo de la cama y demás rincones. Mis fotografías todas engrasadas.
Con la policía interviniendo, la llamé yo, pensé “los sacan ya”, me responden “no podemos hacer nada sin una orden judicial”, “Pero ahora están de feria…” “Haga la denuncia, traiga los papeles que compruebe que es su casa”
A pesar de tener escritura, planos de la casa aprobados, impuestos pagos por todo el año y demás en Mi querencia están viviendo ellos, pero estos intrusos a diferencia del cuento de Cortázar son visibles, tienen rasgos marcados, los ampara el tener hijos pequeños, ellos pueden irrumpir en la casa sin más y quedarse ahí hasta que alguien, una fiscal, alguien no sé quién haga algo.
Al parecer el proceso de desalojo es largo (algunos hablan de dos años o más) en este tiempo yo debo pagar un abogado un dinero que no tengo por algo que sólo fue intentar cumplir un sueño.
Tampoco puedo tirar la llave de mi casa por la alcantarilla, tal como hizo el protagonista del cuento de Cortázar, porque la llave la tienen los usurpadores, hasta de ella se apropiaron…
Ahora tengo una gran tristeza, pero también serenidad. Algo pasará. Cuando así suceda les cuento.
Los abrazo desde este lugar con voz propia, que me sigue hablando aunque algunos quieren silenciarlo: "Mi Querencia" y les dejo el post de Víctor, él habla por mí: Cuando a uno le destruyen la ilusión y las ganas de vivir...

Gracias Víctor, en tu nombre agradezco a cada uno de ustedes que me acarician con sus palabras.

Alicia María Abatilli