Venganza verde

Vivo en un barrio seguro, creo que esta seguridad es por dos motivos: La primera, mi casa está a metros del cementerio más grande de Córdoba (nada hay tan seguro como la muerte) y la segunda, los amigos de lo ajeno al comprobar que ya no hay nada más por robar aquí, decidieron cambiarse de barrio,  se fueron a probar mejor suerte.
Los vecinos de mi barrio son gente tranquila, amables, de esos que saludan siempre y preguntan con interés cómo nos va.
Quizás sea porque a mí jamás me interesó el chisme, pero en eso, este barrio no se parece a los demás,  vivimos sin molestar al otro y si alguno necesita algo, allí estamos… o así estábamos.
Hace unos días todo ha cambiado, la vecina de enfrente ya no me pregunta si irá a llover o si sé algo de un amigo en común, parece no verme, si me acerco, se aleja.
Cuando voy  entrando a casa, el vecino de al lado grita “¡perra desgraciada!”, simulando estar enojado con su caniche que le rompe las plantas.
El pastor, quien edificó para arriba, quizás para cerciorarse que no le usurpen los terrenos que ya tiene vendidos en el cielo, deja cerradas sus cortinas,  como negando mi vecindad.
Ayer fui a la carnicería, el dueño me conoce desde hace muchos años, sabe lo que quiero,  aunque yo no como carne, sí mi madre, y le reserva para ella uno de los mejores cortes, al pararme frente al mostrador me dice “¡hoy no tengo nada para usted!”,  viendo que todo estaba como siempre, el corte que necesitaba a simple vista, se lo hago notar “eso ya está reservado para otra señora y ¡buenos días!”, como para que no insista.
Igual me sucede en la panadería y el de la farmacia me dice que los remedios aún no  habían llegado.
Suerte que en casa tenía papas  y huevos. Ayer  almorzamos tortilla.
Debo confesar que soy bastante despistada, por eso quizás ni siquiera sospeché lo que ocurría.
Parece que todo el barrio se reunió en la iglesia del pastor mencionado, éste cuando quiere convencer a sus seguidores,  se exalta y grita, como si su verdad al ser gritada fuese más verdad. No pude dejar de esuchar que hablaba del diablo, de las maneras que tiene de manifestarse, a veces lo hace utilizando la seducción,   un cuerpo atractivo  y una aparente bondad. Como tenía cosas más importantes por hacer no me detuve a pensar de qué diablo estaría hablando.  Cosas como por ejemplo  ir a la carnicería de otro barrio, ya que en la que tengo cerca soy cliente no grata.
 Al abrir la puerta, escucho un bullicio, que por acostumbrado, casi pasa desapercibido, me parecieron carcajadas, pero sobre mi cabeza en el poste del teléfono, sólo había un nido de cotorras argentinas, las cuales como el hombre va quitando los árboles de esta ciudad, no tienen más remedio que anidar en lo mejor que consiguen.
Ese poste era ideal, alto, fuerte, lleno de cables que hacían de ramas. Poste que está pegado a la puerta de entrada de mi casa, la cual está muy cerca a su vez de mi habitación.  Siempre fui amiga de las aves, de todas, ahora creo que de casi todas, porque el bullicio que armaron estas cotorras hizo que comenzara a enfadarme.
Justo en la mejor hora, antes que la mañana comience a desperezarse, ellas ya estaban con su parloteo. Como son tan gregarias, fueron invitando a sus amigos  a vivir con ellas, lo cual aumentó el ruido. Desde que llegaron se terminó la siesta, y como justo también tengo el foco del alumbrado público enfrente de mi casa,   no diferenciaban la noche del día. Así que me levantaba furiosa y les pedía que se callen, que merecíamos un poco de paz, hasta llegué a decirles “cotorras de m… las voy a bajar de un hondazo”, cosa extraña en mí, eso de amenazar sabiendo que soy incapaz de esa crueldad.
Como les iba contando, esa carcajada provenía de arriba, del mismo nido, alguien decía “a ella es la  que van a tirar abajo de un hondazo los vecinos”. La risa era general.
Fue uno de esos instantes en que uno no sabe bien si está soñando, si ha perdido la cordura o algo más.
 Me sacó del asombro la Inecita quien vive en la esquina,  que me devolvía el bastón el cual yo consiguiera en ocasión de su operación de rodilla “¡Perdételo donde quieras, alcahueta!” me gritó mientras se alejaba arrastrando su pierna.
Las risotadas fueron en aumento, me pareció que una de esas cotorras desde lo más alto del nido  con sus alas puntiagudas se agarraba la panza de la risa.
La conclusión surgió veloz, aunque la razón me decía que era imposible, pero lo que estaba observando me convenció:  las cotorras fueron las culpables de la enemistad con mis vecinos. Crucé la calle y le pregunté a otra vecina, la más amiga, la Sara, una mujer muy sincera, de esas que   te van a avisar si tienes las medias corridas antes de salir a la calle.
 Ella me contó lo que sucedía, todos los vecinos fueron recibiendo llamadas anónimas diciendo que yo andaba levantando chismes de ellos, que por ejemplo a la Inecita la vieron  hacer entrar al mecánico de la vuelta justo cuando se iba el marido. Que el carnicero  tenía la balanza arreglada y no siempre la carne  era de ternera como él afirmaba. Al vecino de al lado lo llamaron y le dijeron que yo sostenía que a  él   le gustaba vestirse de mujer cuando nadie lo veía.
El pastor fue reprendido severamente por su esposa cuando ésta recibió una llamada avisándole que a su marido me espiaba todo el día, y cuando ella creía que estaba escribiendo lo que diría el domingo, me  filmaba, que era un degenerado y otras cosas.  Que  para el almacenero la docena de huevos, tenía once huevos, y así muchos llamados más, que ya ni recuerdo, pero justifica el enojo de todos, aunque me desilusiona el que ninguno se animara a enfrentarme por mis supuestos dichos.
No lo dudé, por loco que parezca, las culpables fueron las cotorras, ellas al apropiarse de la caja en donde todas las líneas coincidían, comenzaron su venganza. Tenían una vista de privilegio , desde allí veían lo que sucedía en cada casa. Habría un técnico en comunicaciones en el mundo de las cotorras, que se encargó de interceptar las líneas y las más diestras en el lenguaje humano se encargaron de hacer las llamadas anónimas.  Cuando  tuve la certeza de ello, llamé  a Telecom, explicando el problema, que en el poste de teléfono había un nido de loros gigantesco, que vengan a quitarlo porque mi línea se llenó de ruidos extraños, que temía por los niños que jugaban en mi vereda, que se les cayera el nido en la cabeza, en fin ¡Que vengaaan!, la respuesta fue “su pedido será tenido en cuenta, en 72 horas irán a constatar el problema, anote por favor su número de reclamo...”, ahí me salió la Abatileada, y les dije que de no venir en una hora llamaría a defensa civil, a los bomberos, a los canales de televisión local, a defensa del consumidor y hasta el mismo ministro de defensa si era necesario.
Así fue, a la media hora estuvieron, escalera, griterío y enojo verde,  aunque muchos de las cotorras ni se dieron cuenta de ello, porque seguían a las carcajadas. Y como no me gusta que nadie se quede sin techo, menos los pichones, seres tan indefensos, llamé a una amiga quien se encargó de llevarlos al zoológico, en donde los cuidarían hasta tanto pudiesen emprender el vuelo.
Los técnicos dijeron que estaban todos los cables sueltos, como si alguien estuviera haciendo llamadas desde ese puesto… Yo los miré y no les respondí nada ¿quién me va a creer que  las cotorras  fueron las culpables de todo ello?
Sé que los vecinos volverán a saludarme en algún momento, a ninguno pude contarles lo sucedido, además de chusma andarían sugiriendo mi encierro... 



Del barrio no me voy, por más cotorras que anden añorando el regreso





Comentarios

LAO ha dicho que…
En todo barrio hay cotorreo, tal vez cumplan una función de control social que a veces no entendemos... Y con respecto a llevarse bien con los demás sin ponerse en una tarima es bueno y contribuye a la seguridad. Muchos saludos Alicia.
Rafael ha dicho que…
Bueno, Alicia, conseguiste arrancar una sonrisa de tus labios con este relato. Gracias por ello.
Un abrazo.
Liliana ha dicho que…
Una vez tuve la experiencia de que aniden unos loros cerca de casa, al principio me pareció simpático después llegué a buscar las mil maneras para convencerlos que se vayan, después me fui yo.
Excelente relato, bicho inteligente si los hay, estas cotorras.
Ahora los vecinos se preguntarán como es que sabes tanto de ellos si todos viven para adentro.
Algo de temor te tendrán y también respeto ya verás.
Escribes, imagino como eres, auténtica, sin vueltas, tal como te presentas a los demás, eso es difícil de encontrar.
Un abrazo y feliz vida
Sara O. Durán ha dicho que…
Jajajaja! es un relato fascinante. Ahora sí, lo he gozado de principio a fin. Y ya ves, hasta allí estamos, a prueba de fuego, seguro que sí!!!
Abrazo a la distancia... porque todav... Ah aa ah achúuuu, cof, cof, cof! Jajaja!
Francisco Espada ha dicho que…
Precioso relato, Alicia, me has llevado como hilvanado en uno de esos hilos y casi me conoczo las virtudes (más bien los defectos) de cada uno de tus vecinos. Felicidades.
Un beso.
Old Nick ha dicho que…
¡Querida Alicia, Hacía Tiempo Que No Me REía A Carcajada Batiente!
GRACIAS.
¡Menudo Vecindario El Tuyo!¡Todos Tan Buenos Y Tan Humanos!
Me Encanta El IMPONDERABLE VERDE Y PARLANCHÍN...
Ya Sabía Yo Que Tenías Una VENA IRÓNICO-HUMORÍSTICA DE PRIMERA, Esperando Su Ocasión Para SALIR...
Sólo Quien LÉE Con El Corazón Lo Entiende Al VISTAZO.
ESPERO QUE TODO TE VAYA MEJOR, DESDE AHORA.
Porque Con Unas VECINAS Tan CANALLAS Y TAN VENGATIVAS, No Comprendo Como Has PODIDO RESISTIR La CÓLERA "INDUCIDA" DE Tus VECINOS, Que Como Decimos POr Mi Tierra, "Son Como Para Echarles De Comer Aparte"... Sobre Todo El Hipócrita Del Pastor, Que Supongo Que Escribirá Sus Hipócritas E Inquisitoriales SERMONES, En Compañía De Su Seguro Que Poco Agraciada Esposa...
Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaa
Y Respecto A Lo "Sociables Y Simpáticas Que Son Las "VERDES ARGENTINAS", LAS CONOZCO BIEN.
Un Vecino De La Urbanización Donde Vivo, Se Vino De Tu Tierra, A La Mía,-(Su Mujer Es De Río Negro)-, Y SE TRajeron Una PAREJITA DE EJEMPLARES, Que Criaron En Su Jardín...
¡Ni Te Cuento LA BANDADA QUE SALE A VOLAR AL AMANECER,CANTANDO ALEGRES CON RITMO LLANERO.
Lo Sé POrque Suelen Sobrevolarnos A Mis Perros Y A Mí, Cada DÍA...
¡Menudos Conciertos!
No Sé Lo Que Dirán Sus Vecinos Más Próximos, Pero No Creo Que Estén Muy Contentos.
Lo Importante Está Conseguido Has Hecho Un RELATO DE HUMOR, REDONDO Y CHISPEANTE
Un APLAUSO. MIL CARCAJADAS Y EL ACOSTUMBRADO ABRAZO Y LOS BESOS CARIÑOSOS, PARA TÍ Y TU MADRE.
DE TU AMIGO Y PAYADOR
Manuel,-

Pd,- ¡Que Sigas Con Ánimos Y VENZAS A TUS VECINOS, IGUAL QUE A LAS COTORRAS "INDISCRETAS".
Juajuajuajuajuajuajuajuajjuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajuajua
El Águila Debe Estar MIOPE Para No Ver Y Sorda Para OIRLAS ANTES!
¡Me Esmeraré En Los "DETALLES" La Próxima Vez!
Fuera Cotorras CHISMOSAS Y VECINOS "FIABLES"!
Y
¡¡RIAU RIAU!!
Viviana Ortega ha dicho que…
Me gusta lo de "La Abatileada", nunca lo había escuchado, imagino que es algo característico de la familia Abatilli, cuando se sale de su eje, como dicen ahora, por suerte, porque a veces, para que te hagan caso debes reaccionar así.
Hay muchos conceptos para rescatar en este increíble relata, me gusta la agudeza, inteligencia y que también seas una mujer de buen humor, es fundamental. Es para seguir experimentando, Ali. Porque a mí, particularmente, me gusta más tu prosa que tu poesía.
Genial, simplemente genial. Ojalá se tomen el tiempo y te lean. Eso de que vivies a metros del cementerio pero te sientes segura es todo lo contrario a lo que alguien común podría decir, pero creo que tienes toda la razón del mundo, los muertos no pueden dañarte, sólo acompañarte con lo bueno que te han dejado. Los vivos son los de cuidado.
Felicitaciones. ¿Supiste que murió Panero? Pregunto por lo de tu entrada anterior que levantó revuelo.
Hasta el sol te sigo, querida, Ali
salud equitativa ha dicho que…
hay mucho inútil suelto,
hay mucha ignorancia vagueando,
hay mucho hueco valorado,
hay muchos ojos desperdiciados,
tanto como hormigueros desordenados,
tanto como cucarachógenos desalineados...
y todo converge sobre lo mismo,
llenar de culpas la espalda,
de cualquier inocente que anda... andando...
pero para tu tranquilidad te digo,
no son más que aves... que andan migrando...
con algo debe entretenerse,
mientras sólo andan volando...
sus nidos no son lo que parecen,
los pajarones están dominando.
un abrazo andino
el dispensador
ANTONIOGUZZO ha dicho que…
Hay tantas cotorras humanas sueltas por ahí!! indudablemente algún episodio real te sugirió esta narración...
Muy bien hilvanada por cierto....

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