El niño y los jazmines

Salgo a comprar un ramo de jazmines, pero ya no quedan. Me ofrecen rosas, lo cotidiano.  A diciembre le van bien los jazmines. 
El dueño de la florería me mira como pensando "otra loca". No le presto atención a su mirada. Al parecer, está acostumbrado a las señoras y señores intoxicados por lo cotidiano y los prefiere. Ya tiene el ramo preparado para ellos y también la tarjeta escrita. 
Hay un niño pequeño que ofrece estampitas en una esquina, en espera de una moneda. Todos le rehuyen. Esa manera de otorgarle invisibilidad que tienen algunos cuando no quieren ver algo...
Me ofrece y le doy lo que espera. Su sonrisa es dulce y blanca como un gran ramo de jazmines. Se lo digo. 
Él sí me comprende. 
Me pregunta si le compro un helado así el ramo es más grande. Río, celebro su travesura. Vamos los dos a cumplir su deseo, que al final también es mi deseo.
Regreso a caso con alegría, sin jazmines pero con el dulce  recuerdo de un niño bello que reparte estampitas en un esquina. 

Comentarios

Rafael ha dicho que…
Quizás en la sonrisa del niño estaban los jazmines que buscabas.
Un abrazo.
josé lopez romero ha dicho que…
Sublime tu gesto, Alicia.
"La vida va y vuelve por distintos rumbos, como todos deambulamos por su caminos, afortunados, infelices, movidos por la gracia o el desncanto,
el amor bien comprendido y el abrazo a cuestas",
salud equitativa ha dicho que…
el jazmín te envuelve con su fragancia...
lo demás es parte del sueño de cada esperanza...
el dispensador
un abrazo andino
ANTONIO CAMPILLO ha dicho que…
Espero que el niño siempre recuerde que el dinero de unas flores muy odoríferas se ha empleado en paliar un poco la pobreza que le han provocado quienes compran grandes ramos de rosas sin ningún aroma natural.

Un cariñoso abrazo, querida Alicia.

Entradas populares de este blog

Pájaros

Tu voz y mis hortensias