Cuando el alma te queda chica

Cada tanto, uno se ahoga en lo que antes tenía como cierto, y deja de preocuparse por aquello que alguna vez se jugó la vida.
Y no hay remordimientos.
Es como si el alma te quedara chica. Chica para acomodar nuevos sentimientos. Y no hay cómo empujar para que compitan por un lugar con lo viejo.
 Dejas de escudriñar al día. Apenas lo hojeas desde tu cama y aceptas aquello que te ofrecen los perversos por TV.  Imágenes de las que nunca serás parte, pero te las venden como si.
A veces, dejas una poesía, esperando que alguna florezca en el cemento estéril. Suplicas que así suceda. Del otro lado, el silencio.
 A pesar de ello, y de vos mismo, de tu fragilidad sin límites, sabes que estás vivo, que te pesan las mañanas, pero aún estás a tiempo.

Comentarios

Juan Carlos ha dicho que…
El alma nos queda chica, cuando el mundo nos empieza a quedar grande. Cuando la apatía empieza a invadir el espíritu y la moral decae. Es entonces el momento de hacer una pausa, tomar un descanso, comer una botana, un sorbo de agua, tomarse un respiro, mirar la cancha y pensar… Nadie ganó una guerra sin perder una que otra batalla. Nadie vence en ajedrez sin perder una que otra ficha. Nadie alcanza la meta sin conocer la fatiga. Es lógico entonces que alguna vez el corazón amanezca cansado de latir y pida un “alto” para reponerse. De allí, que podemos darnos el lujo de perder un día, pero no lo que nos queda de vida. Porque, la rebeldía y no la fe, es lo último que debe perderse, pues la peor de las muertes, es aquella donde se sigue respirando, pero ya sin tener una razón para vivir.
Rafael ha dicho que…
En algún momento sucede eso que relatas en tus letras.
Un abrazo.
Sara O. Durán ha dicho que…
Sí, mi querida Alicia, a veces es así. Pero luego, todo es para bien. Qué bueno que en el alma no quepan tantas cosas. Imagínate el sobrepeso de equipaje que traeríamos! Mejor así.
Besos de anís.

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