Abre los puños
Tanto por recibir pero te llenas de frustración y odias hasta hacerte daño. Aborreces al hombre, lo contemplas desde lejos, hablas de hermanos en desgracia, aunque te crees único en el dolor. Si te vieras de otra manera. Tus puños cerrados... ¡Ábrelos!, tus manos como alas, haz lo mismo con tu alma, al menos por un instante, verás que todo cambia, hasta dejarás de concebir sólo calamidades. Serás otro, el que no odia por un rato, el que no se odia, el que se atreve a mirarse al espejo, y le gusta su sonrisa, su nariz no es tan grande, su pelo luce bien y se ve como entonces, como cuando su madre lo miraba cuando jugaba y compartían la alegría. Pensarás en tu vida, en lo que has hecho con ella, te pasarás la mano por la cara y querrás sentirte como antes, deseoso de hallar gente que hable del amor, mirarás con otros ojos, dejarás de diluirte en el aire de la confusión, te descubrirás en el umbral de los posibles y con las palmas abiertas, dejarás que el viento se lleve todo aque