Ni coser ni bordar. Arroz con leche...

“Arroz con leche me quiero casar, con una señorita que sepa coser, que sepa bordar…” Y en la escuela, las niñas en ronda la cantaban feliz. Ella salía de la ronda. No le gustaba, o le preocupaba… La letra no decía, “que sepa leer, ni soñar, ni con las estrellas bailar”. Quizás de ahí nació la idea que jamás se casaría. No fue temor, ni cobardía. Fue la convicción que de casarse tendría que esmerarse en coser o en bordar, cosa que con su torpeza natural lo veía muy lejos. También creía que de casarse no podría leer, ni escribir, ni alejarse de todos para contarle secretos a los árboles. Además… ¿Por qué tendría que oficiar de portera, mientras todos los otros iban a jugar? Las demás niñas, felices, bailaban y cantaban, ella no. Se resistía. Hoy, esas niñas, son mujeres, todas casadas, tejen y bordan quizás. Ella no… ¿Quién se querría casar con una mujer que escribe y se olvida de la sopa? No hay valiente que aguante a una mujer que habla de vuelos, pero no tiene alas, que se dice maga y no tiene varita. Que usa las palabras convirtiéndolas en su carne, por eso llora con algunas poesías. O ríe, que son las menos. Hay quienes la conciben "rara", no es cosa fácil esperarla horas porque se quedó junto al río contemplando una garza, las dos iguales, solas pero en paz. Y si algo la hace llorar, busca a la música y abraza su dolor con ella.
No sabe bordar, menos planchar, pero le interesan las luchas, la política y le enfurece la injusticia. Por eso, no faltó alguien que la llamó "peligrosa" Se sabe hermosa, no le importan los espejos, su belleza va más allá de las formas.
Es una mujer actual, aunque tenga más de cincuenta. Insolente dirían algunos, inocente ¡Viva!
Una mujer que no se olvida, aunque ella te olvide. Alguien que no vuelve cuando decide marcharse, pero el otro no la espera, supo prepararlo, aunque viva soñando con ella...

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