No me arrepiento de nada y si tuviese que hacerlo, olvido.

No me arrepiento de nada y si tuviese que hacerlo, olvido. Para no perderme de lo nuevo, de instantes musicales llenando el alba. De las formas visitando a las nubes, de las nubes fingiendo ser estrellas.

Menta fresca, aroma del verano. Hormigas escarbando un árbol y yo ahí, para impedirlo.

Partes de un todo que siempre puede ser más. Pájaros que hablan con el aire, alas prestadas inventando un cielo que quizás jamás verán.

Pan recién horneado, tus manos generosas acariciando mi tristeza, corazón silencioso que  se enlazaba a mi inocencia para jugar.

Nadie escucha a las flores hamacándose con el viento. Nadie sabe de colibríes visitándonos a las dos. Sueños ofreciendo comienzos, abrazos que no mueren en promesas. Heridas que cerraban con tu presencia.

No, no me arrepiento de nada, si tuviese que hacerlo, olvido. Pero con vos no lo hago, soy gratitud desgajándose en lágrimas, deseos de gritar pero sin poder hacerlo. Creer que hice todo lo que pude pero sentir que pude hacer más de lo que hice. Y no saber qué hacer con este sentir. 

Pero a pesar de todo, aquí estoy, sin arrepentirme, si así lo hiciera, sería como morir un poco, quizás no escribiría, no podría llenar con versos mis rincones vacíos. Dejaría de buscar entre las hojas otras vidas, de anhelar posibles entre las sombras.

 El almanaque  me avisa de un tiempo nuevo, tengo que tirar el viejo. Meses en los que he señalado el brillo de algunos días, taché los otros, los de  una tristeza descosida y dejé de contar aquellos, los que  llevan patente de no vividos.