Semana Santa no es igual a vacaciones o huevos de Pascua

                                                                                           Hubo un tiempo, antes de aprender el Padre Nuestro, antes de entrar a una iglesia, mucho antes de la comunión,   antes del roce con lo ya dado,  aquel tiempo en que todo parecía natural, ahí puedo afirmar que rezaba. La alegría que sentía al hacerlo no volví a experimentar jamás.
Me parecía que todo lo que me rodeaba era protagonista de mi rezo, se sumaba a él, se fundía en la verdad. Nunca fui más verdadera.
Después vino la catequesis, una mujer que sólo gritaba, no enseñaba. Imponía el rezo mediante el temor. Y temí rezar a solas, se me ocurría que si lo hacía, ella se enteraría. “La Graciela” parecía tener  algún parentesco con esas noches de terror que inventaba mi hermano para asustarnos.  Dejé de quedarme a solas en el campo, se me ocurría que un ciprés era la figura de esta mujer acercándose. 
El miedo puede hacer desastres con la fe.
Ahora comprendo las palabras de Jesús: "Dejen que los niños vengan a Mí, y no se lo impidan, porque de los que son como éstos es el reino de Dios”.
No puede ser de otra manera. Despegándonos de nuestros temores, de lo que creemos hasta hoy, volviendo a ser tan ciertos como cuando niños podemos regresar a la verdadera fe .
Rezar campo afuera, o alma afuera, como quieran, por nosotros mismos, por todos y todo lo que nos rodea, conjugar nuestra sinceridad con la palabra. Sin pedir tantos favores personales. La religión se ha tornado en una suerte de “Te doy si me concedes”, “Si rezo lo que pido me será dado”.
Yo no le pido  a Dios nada. Ni siquiera la posibilidad de un milagro.
Me pido a mí misma, quizás intentar entregar cada día más, lo poco que tengo, no hablo de lo material
 ( aunque si puedo y tengo, lo doy sin dudar), hablo más bien de la alegría, la bondad, el universo de las palabras que sanan, los gestos que como rayitos de sol, traen luz al sombrío.
Creo fundamentalmente en el perdón interior. Lo más importante es que nos perdonemos a nosotros mismos, prometiéndonos enmendar nuestras faltas. No hay peor traición que las autoinfligidas. 
 Jesús y su entrega, su inmensa entrega es en lo que estos días de Semana Santa debemos pensar.
Semana Santa no es igual a huevos de Pascua, o Semana Santa no es igual a vacaciones, gastos desmedidos, o días para aprovechar y comer pescado que tanto bien hace.
Perdón por ser tan aguafiestas, pero Semana Santa es símbolo de entrega, de lo que somos capaces de dar por el bien de todos.
 Es buscar lo mejor de nosotros mismos para compartirlo. Comprender lo bondad de ser agradecidos con lo que nos toca vivir y aprender de ello.  Descubrir que somos eternos, y que esa eternidad fue heredada de nuestros antepasados y será legada por nosotros a los que vienen.
No, Semana Santa no es igual a huevos de Pascua, es mucho más que eso...
Les dejo un abrazo.
Sean felices.
   

Comentarios

LAO ha dicho que…
Es así Alicia, Semana Santa es mucho mas.....
Rafael ha dicho que…
Coincido con tu reflexión Alicia.
Un abrazo.
Ernesto.. ha dicho que…
Hola Alicia, he leído con sumo interés tu reflexión. Destaco algunos puntos que me llaman la atención especialmente.

Rezabas y había alegría... Eras verdadera... Y había fe. ¿Qué te impediría hoy, no ya rezar sino es el caso, sino estar alegre y ser...? Con esto quiero señalar aquel estado del ayer.

En cierta ocasión presencié desde mi ventana esta conversación entre dos mujeres, más o menos: “...Pues ya le he dicho, que si no me concede lo que le he pedido la meto al cajón...”. Se refería a la estampa o figura que tuviese sobre la mesilla de noche. La otra contestó con algo parecido sobre Santa Rita y darle la vuelta de cara a la pared... Estas cosas suceden y son reales, pero no son la realidad!

Esta enseñanza es real, y muy práctica: “Si rezo, lo que pido me será dado”. Y nada que ver con esta otra: “Te doy si me concedes.” La primera corresponde al “Pedid y se os dará” del propio Jesús. Y puedo asegurarte que la realizo muy a menudo y sabiendo lo que hago.

Hay en el no pedir para uno mismo querida amiga algo de “no saber”. No haberlo aprendido todavía. Ya llegará. Y no sentirse “dignos” de recibir... Es decir, no pido porque no me van a dar. Esto último es delicado y no sé expresarlo mejor.

Un abrazo Alicia.
Loli Salvador ha dicho que…
No sólo es creencia, práctica y tradición, es también comunidad, modo de vida, es contemplar la espiritualidad de manera más global, pero lamentablemente en nuestro mundo, recibimos demasiados mensajes que nos despitan y promesas de felicidad que duran poco.
Si se tiene fe se vivirán estos días desde la sinceridad y la libertad de actuación, nada tiene sentido si el sentimiento no es auténtico y se hace una representación de cara a la galería, olvidando aspectos como la reconciliación, el perdón, la solidaridad o las relaciones cordiales, hoy tan deterioradas.
Un abrazo, amiga Alicia.
Lapislazuli ha dicho que…
Hola Alicia cuanta verdad en tus letras, en los ultimos tiempos todas las festividades o celebraciones que se han convertido el paseos, sin memoria, sin sentimiento
Abrazos
Desde luego Semana Santa es la semana del Perdón, de la oración a solas, en silencio.
Y de la Resurrección.
Muy bonito A licia, tus pensamientos coinciden con los míos.
Un abrazo fuerte amiga.
Sara O. Durán ha dicho que…
Los rezos, los aprendí hace muy poco tiempo. Siento que es más efectivo, poderoso y benéfico el rezo activo. El mundo no necesita contemplativos, sino que nos brindemos a quien lo necesita. A Dios, quisiera creer que así lo vea, le agradan más las buenas acciones que los buenos rezos. Conozco a perfectos rezadores que son una basura como personas. Y a enormes personas, que no saben rezar. Lo que sí es bueno es creer, sin condicionamientos, intereses, ni peticiones especiales, agradecer, pero no pedir. Cuando más necesitados, dar más... porque siempre se puede. Luego solas aparecen las recompensas, quizá no materiales pero si internas.
Besos.

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