Carta para Juan
Ha pasado mucho tiempo desde que nos olvidábamos de todo, pies acompañando la danza del Uruguay, creyendo que el mundo se salvaría con los que, como nosotros, intuíamos la redención del mismo.
Palabras que hacían la plancha sobre los camalotes , se ondulaban cuando discutíamos sobre música o el arte en general. Eras mucho más joven que yo, pero tenías más seguridad en tus afirmaciones.
Decías que el arte no salvaría nada, sí la ciencia.
Apenas trece años, Juan, y yo callaba ante tu seguridad.
Quizás tenías razón, la ciencia explique algún día este embrollo llamado mundo.
Yo estudiando el profesorado, vos con las zozobras del secundario, tía y sobrino, pero la edad no importaba..
Quien nos escuchara, pensaría que sólo hablábamos de tonterías. En ese entonces tan serias, hoy quizás nada más que ideas.
Ambos temíamos hundir los pies y descubrir que en el fondo no había arena. El barro nos hubiera decepcionado con su contacto.
De esas charlas junto al río, creo que salió tu elección por la filosofía. ¿O quizás sea muy sofisticado pensarlo así, hasta engreído de mi parte?
No lo sé, pero en esos días estábamos seguros de poder elevarnos por sobre esa pared que nos permitiría descubrir lo que había más allá.
Tenías el valor de la adolescencia, valor que ocultaba mi desamparo.
A ese valor apelo, querido Juan, y hago pública esta carta, porque en vos existen muchos "juanes" que viven lo mismo.
Hay muchas maneras de salvarse, de salvarnos, y de vivir admirando la belleza, quizás desde la ciencia, como decías entonces, pero sin olvidar que sin libertad no se puede conseguir nada, sin amar se oscurece cualquier posibilidad de éxito y sin el fuego sagrado de la ingenuidad todo se convierte en cenizas que jamás serán abono.
Hasta pronto. Debo regresar a esta tarde plena de tareas que me acechan, no sin antes recordar esos peces dorados que reían con nuestros silencios.
¡Gracias por aquel tiempo y por todos los tiempos, querido Juan!
Un abrazo.
Palabras que hacían la plancha sobre los camalotes , se ondulaban cuando discutíamos sobre música o el arte en general. Eras mucho más joven que yo, pero tenías más seguridad en tus afirmaciones.
Decías que el arte no salvaría nada, sí la ciencia.
Apenas trece años, Juan, y yo callaba ante tu seguridad.
Quizás tenías razón, la ciencia explique algún día este embrollo llamado mundo.
Yo estudiando el profesorado, vos con las zozobras del secundario, tía y sobrino, pero la edad no importaba..
Quien nos escuchara, pensaría que sólo hablábamos de tonterías. En ese entonces tan serias, hoy quizás nada más que ideas.
Ambos temíamos hundir los pies y descubrir que en el fondo no había arena. El barro nos hubiera decepcionado con su contacto.
De esas charlas junto al río, creo que salió tu elección por la filosofía. ¿O quizás sea muy sofisticado pensarlo así, hasta engreído de mi parte?
No lo sé, pero en esos días estábamos seguros de poder elevarnos por sobre esa pared que nos permitiría descubrir lo que había más allá.
Tenías el valor de la adolescencia, valor que ocultaba mi desamparo.
A ese valor apelo, querido Juan, y hago pública esta carta, porque en vos existen muchos "juanes" que viven lo mismo.
Hay muchas maneras de salvarse, de salvarnos, y de vivir admirando la belleza, quizás desde la ciencia, como decías entonces, pero sin olvidar que sin libertad no se puede conseguir nada, sin amar se oscurece cualquier posibilidad de éxito y sin el fuego sagrado de la ingenuidad todo se convierte en cenizas que jamás serán abono.
Hasta pronto. Debo regresar a esta tarde plena de tareas que me acechan, no sin antes recordar esos peces dorados que reían con nuestros silencios.
¡Gracias por aquel tiempo y por todos los tiempos, querido Juan!
Un abrazo.
Comentarios
Esta carta compartida, estos juanes que también soy yo, este otro ser, tía, madre, hermano, amigo que acompañaron nuestros inicios.
Hoy los jóvenes ni siquiera se plantean en la posibilidad de un mundo mejor. Si hablabas de ello con tu sobrino, creo que es una lástima que esos peces dorados, hoy no puedan contarnos qué hablaban, podría ser muy edificante para muchos.
Ya no hay ideales, ni valores, los jóvenes viven sin importarles el futuro, no todoss, pero la mayoría.
Ojalá estas conversaciones hayan llegado más allá que este planeta, seguro quedarán colgadas de alguna estrella.
Abrazos, Ali.
Esta carta compartida, estos juanes que también soy yo, este otro ser, tía, madre, hermano, amigo que acompañaron nuestros inicios.
Hoy los jóvenes ni siquiera se plantean en la posibilidad de un mundo mejor. Si hablabas de ello con tu sobrino, creo que es una lástima que esos peces dorados, hoy no puedan contarnos qué hablaban, podría ser muy edificante para muchos.
Ya no hay ideales, ni valores, los jóvenes viven sin importarles el futuro, no todoss, pero la mayoría.
Ojalá estas conversaciones hayan llegado más allá que este planeta, seguro quedarán colgadas de alguna estrella.
Abrazos, Ali.
Un abrazo.
Libertad y amor.
Esa es la clave para transformar nuestra visión de la vida, y aún más, nuestra visión de sí mismos.
Mira por donde que la ciencia también tiene sus grandes ventajas , una de ellas, poder comunicarnos en línea directa desde cualquier parte del planeta, siendo el caso que nos ocupa.
Y otras muchísimas más, que son muy beneficiosas para la humanidad, sabiéndolas aplicar en su justa medida.
El problema aparece cuando el hombre en su soberbia
piensa que todo lo puede por sí mismo, y rechaza al que le dio el conocimiento.
Un fuerte abrazo, Alicia y que pases un buen fin de semana.
Los quiero a los dos... veci.
Este...
Claro que el arte no salva, pero es de las pocas razones por las que vale la pena salvarse (entre los lectores de este blog no faltará quien me dé la razón). Y también es de las pocas cosas que vale la pena salvar. Pero no para uno. Para los demás, por los demás. Los que salvan (los que condenan) son los otros. Las cosas de las que nos sentimos orgullosos suelen ser precisamente las cosas por las que deberíamos estar más agradecidos (pero para aprender eso hace falta tiempo y un par de coscorrones del destino). Lo único que tenemos (lo único que podemos temer perder) son esos poquitos otros por los que vale la pena abrir los ojos, extender una mano, abrirse a la risa compartida de un atardecer. Si algo de curiosidad, de asombro, de inocencia o de coraje se enciende de a ratos en estos huesos, lo trae casi siempre un vientito, viajando sin apuro desde esas siestas que nunca estarán lejos.
Después de algo como eso, decir "Te quiero" suena a poco (y no agrega nada, porque sabés que es así diga lo que diga o escriba lo que escriba).
la vida nos da la oportunidad de "venir a entregar el corazón"... y ello, bien vale una carta. Un abrazo andino. el dispensador
Y por encima de todo.....la libertad, porque da la casualidad que aquellos poderosos capaces de aprisionar el arte no tienen en cuenta que el origen de este fue humilde en casi todas sus acepciones.
Malditos sean ellos y benditos Tu y Juan.