El regreso de los flamencos

En el 2010 visité por primera vez Mar Chiquita, no quiero cansarlos con datos del lugar, por eso les dejo el enlace para quien esté interesado en conocer más. Sí les cuento, que me impresionaron los árboles secos, que como estatuas se mantienen en pié a pesar de haber sidos inundados décadas atrás, la salinidad del agua hizo que se volvieran duros, muy duros como su tenacidad en no caer.
Al observar el fondo de esta laguna (una de las más grande del planeta) podía ver los cimientos de muchas casas, algunas piletas, puertas que ya no estaban.
Un hotel que resume misterio, en el cual invirtieron millones de dólares para ser abandonado, todo ésto antes de la gran inundación que desoló a una de las plazas turísticas más importantes de Córdoba. Hotel que fuera construido con la tecnología y comodidades de un cinco estrellas, pero todo se hizo en total hermetismo, al parecer recibió a los nazis luego de finalizada la segunda guerra mundial. Se tejen muchas historias al respecto,  pero eso sería para otra entrada porque también es interesante indagar el tema.
Les decía, en esa visita, la verdad que si bien pude obtener fotografías excelentes, todo ese tema de la inundación, el hotel funesto y demás, hizo que deseara irme de ese lugar. Hasta que observé algo que jamás había visto, a metros de mí, una bandada de flamencos, junto a otras aves bellísimas.
Preguntando, un habitante de la zona me aconsejó que si me interesaba, vaya a verlos más de cerca al "avistadero". Eso hice. Al llegar no comprendía ese barullo, pues uno no está preparado para la charla de miles y miles de aves juntas. Me quedé en silencio. Lloré.
Porque cuando la belleza me sorprende, lloro. Pero mis lágrimas seguramente eran más dulces que el agua de esta laguna.
Parecía que de pronto la tierra fuese rosada, de distintas tonalidades, por allí blanco, negro, marrón, pero todo en movimiento. Si tuviese que encontrar una palabra para ese bullicio y color, sería felicidad.
No fui preparada  con cámaras o equipo de audio para captar ese momento, pero quedó en mi alma.
Se hizo la noche y tuve que regresar a esta gran ciudad, que por más que intento comparar el bullicio de aquellas aves con la del gentío, no lo logro, no puedo.
Me prometí que volvería, no sé cuándo, pero ya para quedarme unos días.
Hace dos meses pude hacerlo. No bien llegué, fui derechito al avistadero: Nada, ni una garza, ni un carau, ni siquiera una paloma...
Me fui a la ciudad, a  la oficina de turismo, a preguntar qué había pasado, la chica que atendía me dijo "es que ahora están en otro lugar, si quiere puede hacer el paseo en barco que está por salir en media hora". Ahí marché, aunque el costo del viaje de una hora (entre la ida y la vuelta) me pareció exorbitante, era tal mi deseo de ver a los flamencos que sin chistar, pagué.
Me sorprendió que no bien subimos a la lancha nos dieron un largavistas,  "será para verlos de cerca", pensé.
Anduvimos y anduvimos, dimos vueltas al hotel, a los árboles secos, pero de los flamencos, ni noticias.
Se habían marchado. Le pregunté por ellos al guía, dueño de la embarcación, me dijo que nadie cuidaba nada, que cazadores furtivos, que gente por diversión los fue matando o asustando y que por eso se marcharon del lugar, de vez en vez aparecen algunos, pero sólo se pueden ver con largavistas.
Sé que no regresaré al lugar. No entiendo cómo la desidia de los gobernantes, o la hijoputez de quien los haya matado o espantado, hizo que se marchara la vida de este lugar que ya de por sí, no tiene vida, pues la salinidad del agua no permite que crezca ningún pez. Es un mar, sí. Pero un mar muerto. Mucho más muerto sin los flamencos.


Por eso, como no pude encontrarme con ellos, hice que mi cielo se cubriese de alguna forma con su vuelo. 
No es lo mismo, pero si entrecierro los ojos, cuando se mueven con el viento me parece que los flamencos al fin están volviendo...




Comentarios

Rafael ha dicho que…
¡Qué sitio tan lindo el que describes y qué pena tan honda por lo de esas aves...!
Un abrazo.
Alicia, ahora visten el turismo de ecológico, y no es más que un embuste económico. Nos estamos quedando sin el mundo natural. UN abrazo. carlos
salud equitativa ha dicho que…
los flamencos nunca se van,
cuando no se ven sus plumas,
están sus espíritus alados,
y cuando están sus rosas intensos,
hasta los sueños quedan atados...
un abrazo andino
el dispensador
Lapislazuli ha dicho que…
No conozco el lugar. Que pena
En nuestro pais todo se abandono
Abrazos
Sara O. Durán ha dicho que…
Eres genial Alicia, lo que no hay lo inventas. Me refiero a la imagen de los móviles.
Qué pena lo que cuentas de lo que ha sucedido con ese sitio tan lindo.
Muchos besos.
Joaquín Galán ha dicho que…
Tu historia me ha llegado al alma Alicia. Siempre pagamos las barbaridades de los desalmados los mismos,los que vamos por el mundo con una sola idea,vivir y dejar vivir,los que amamos por encima de todo la belleza y la paz.Y los gobernantes sin solucionar los problemas de este tipo de una vez por todas.Es una lástima que este bello planeta sea cada día más inhabitable por cuatro terroristas de la naturaleza que acaban con todo lo noble y bueno del mundo solo por intereses económicos o por el placer de hacer daño.Es indignante.
Sé que no sirve de consuelo,pero al menos ellos,los desalmados, jamás podrán sentir lo que tú sentiste ese día ante miles de flamencos regalándote belleza sin pedir nada a cambio,solo que los dejen vivir en paz.
Te mando un fuerte abrazo.

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