Las penas al sereno
"Para blanquear la ropa, hay que ponerla al sereno", decía mi abuela.
Por eso, en pleno invierno en su casa, se veía la ropa al viento (o al sereno). Desconfiaban las vecinas de ella, porque la creían rara, hablaba sola, tendía la ropa durante la noche...
No olvido lo del sereno.
En noches de mucha pena, pongo mi alma al sereno.
Créase o no, pero las penas se blanquean, se hacen menos penas.
Al alba, mágicamente cada lágrima derramada en las sombras, se convierten en margaritas floreciendo en la pradera.
Comentarios
Precioso relato.
Un abrazo.
Un abrazo.
Muy bonito Alicia.
Un abrazo fuerte amiga.
un abrazo andino
el dispensador
Besos.