Producto de un plan

Cada tres meses debo ir al Banco Nación a presentar el certificado de supervivencia de mi madre, para que pueda cobrar su jubilación nacional, la mínima que le dicen.
Ese día, me preparo con una cuota extra de paciencia, pues el trámite requiere de mucha de ella, creo que de un exceso de ella. Desde ir a la policía, esperar media hora que encuentren el papelito de cinco renglones, el cual un agente de pésimo humor debe completar, hasta esperar en esa cola interminable que otro señor, también de mal humor, dictamine que podemos entrar, previo concedernos la gracia de un número, el cual recibimos como si fuese el tesoro más preciado y por todos los medios, en caso de caerse, tratamos de recuperar, hasta llegar a la ridiculez de tirarnos de panza al piso, buscándolo.
En esta espera, suceden muchas cosas, se entablan conversaciones de lo más extrañas pero se escuchan otras peores aún.
Hoy, una mujer de unos treinta y pico estaba con su hija de unos trece años, justo delante mío. No es que sea chusma, es que a veces hablan como si estuviesen solos, sin que les importe el otro.
Debo reconocer que quizás por el aburrimiento, uno termina interesándose en lo que dice el vecino. En este caso, la madre  enojada le recriminaba algo a la adolescente. Ella bajaba la cabeza. Quise saber qué pasaba. Escuché clarito que la mujer le preguntaba si había quedado... La chica negó con un gesto que parecía inconcluso.
Con total desprecio, la madre le gritó "¡Estúpida, no servís ni para hacer un plan!"
En la cola interminable, también estaban,  los que cobraban los planes sociales.
A ese tipo de plan se refería la mujer, hacer un plan es tener un hijo.
Una niña que se resistía dejar de serlo, obligada por este sistema endemoniado.
Tengo pena por ella, pero mucho más pena tengo por los niños que vienen y van a venir buscando uno de estos planes.
Vi  caer la esperanza,  para no volver a levantarse.
Por suerte, hoy salió el sol y de alguna manera eso hace que me parezca que aún respira... la esperanza digo.
Les dejo un abrazo.

Comentarios

Rafael ha dicho que…
La burocracia y el papeleo nos abrazan diariamente.
Un beso.
Fina Tizón ha dicho que…
A veces de las conversaciones caídas al vuelo se pueden sacar tantas conclusiones...
Como muestra un botón. El que tu nos dejas

Feliz día, Alicia
Francisco Espada ha dicho que…
Dos características comunes a casi todos los funcionarios: el mal humor y la parsimonia con la que desempeñan su trabajo.
Armando ha dicho que…
Algunos funcionarios tienen anquilosado el deseo al trabajo bien hecho.
Se manifiestan por cualquier causa reclamando derechos, pero nunca lo hacen por sus deberes ja ja.
Un abrazo
Sara O. Durán ha dicho que…
Ayer leí tu entrada y no entendí nada, hoy lo vuelvo a leer y entiendo menos... No de lo que nos cuentas, claro está... sino de que se den esos casos, que existan sistemas tan endemoniados, madres un tanto igual. ¿Pero cómo? Alicia, es algo atroz. Se va perdiendo el sentido de la vida. Pobres niños!!
Te iba a abrazar, pero no... Yo creo que hay que abrazarnos, porque son cosas muy difíciles de asimilar.
Marinel ha dicho que…
Entiendo bien?
La madre pretendía que la niña tuviese un hijo?
No sólo los funcionarios ponen con su mal humor, de mal humor al personal...
Si oyes cosas así, lo que te da es un síncope...
Qué triste.
Besos.
Alicia Abatilli ha dicho que…
Sí, es verdad, quizás es tan incomprensible lo que sucede que no es fácil contarlo.
O quizás como lo conozco tanto me faltan palabras.
Los hijos no son deseados, no son productos del amor, son productos de la ambición, el deseo de tener un plan.
En la última década el embarazo adolescente aumentó un 50%, la gran mayoría de estas adolescente abandonan el colegio, no trabajan, viven de la miseria del plan. Mi preocupación son ellas, no los adultos que la obligan, éstos me parecen abominables, pero lo que a veces no me deja dormir es el cómo crecerán esos niños no deseados, qué vivirán, o cómo se sentirán el día que descubran la verdad.
EStamos creando un futuro desolador.
Creo que hay que ayudar, que buscar la solución, pero ésta no es la adecuada. Poner reglas, edades, no sé bien qué, pero hay algo perverso en este gobierno que me hace hervir la sangre. Lo acaecido fue verdad. Me sucedió. Le dije a la madre que lo que importaba es que la niña siguiera estudiando, buscarle otro rumbo. Me miró con rabia y me dijo que no me metiese en sus vidas. Le dije a la chica que piense en ella, en su vida, que puede salir. La madre amenazó llamar a la policía si seguí molestándolas. Todo terminó antes de lo esperado porque corrió por su número. Yo regresé a casa con una desazón que aún no me la quito. Es como dices, Sara, es mejor abrazarnos entre todos.
Muy triste Alicia, pero sucede y desde luego que nos quedamos de piedra cuando escuchamos esos diálogos.
Un abrazo fuerte amiga.

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