En el país de Alicia Abatilli

Luna sin dueño. No la miro aunque quiero. No puedo mirarla porque me entristezco.  Nace en mí un gris silencio. Y todo es gris, hasta el encuentro Como es gris el ayer y tu “aquí espero” Luna sin dueño. Sé que está pero es misterio.       Ando buscando la lluvia en pleno enero.

Valiente, de espaldas a la nada. Valiente Pareces la síntesis del todo enfrentando al mundo, desmintiendo el espanto. Eres como la tierra, eres aire, nido y fruto. Árbol que no se quiebra y en tu corazón de viento llevas el sol hasta las simientes para anular sus destinos de silencio. Valiente, aunque todo el dolor fondee en tu alma, con un beso haces que la pena sea redonda y  la arrojas lejos, muy lejos de este tiempo.

Maldíceme amor, no creas que así  encontrarás olvido. Soy el aire, soy la niebla, soy de la tarde su silbido. Deja de huir amor, no temas ser herido. No me ahuyentes, de tu corazón soy su latido. Que el único hambre que has conocido        es el de lo que conmigo has vivido No te resistas amor, no niegues el haberme querido. Soy la vida antes de tu vida. El soplo dulce de todo lo que has sido, el fuego de todo lo que has encendido y el adiós de todo lo que te has despedido

Lejos o cerca. No importa. Estoy como la tarde, cuando se pierde sin quererlo entre las calles y regresa con pasos cortos a explicar lo inexplicable, como si se pudiera explicar de las sombras cómo nacen. Como no se pueden explicar las renuncias                            a las que nos acostumbramos o el humo que nos hizo creer en otro ayer, o aquellos fuegos que no supimos encender. Lejos o cerca. ¿Qué importa?                 Ya es muy tarde…

Voy a dejar que se pierda toda sombra que marcó su huella. Hasta que mi corazón no lo recuerde, hasta que lo vivido no me muerda. Hasta que se borren  las costumbres,  las penas, las búsquedas y los desaires.   Hasta que sólo viva el temor a lo que vendrá,  será como un dulce vértigo que no incomodará, como una canción que hablará de nidos y de campanas mojadas por un nuevo rocío. Buscaré el aroma del fruto recién nacido. De nada sirve un beso que se ha negado, prefiero existir en unos labios embriagados en los cuales duerme un nombre aún no pronunciado.

Desde mi deseo que se hace ola hasta tu distancia que se hace mar, me extiendo, pero ya no te sé alcanzar. Desde mi voz que se hace pájaro hasta tu palabra sin pronunciar, me inclino, pero ya no sé rezar. Desde este cielo que dibuja mi suerte hasta tu silencio que se hace desierto, me entristezco, pero ya no sé llorar. Desde mi presente que se espiga en instantes hasta tu imagen que muere en el tiempo, me sosiego, pero ya no sé esperar.

Calma, gracia y luz despertando belleza Cantan dos palomas y las dejo ser. Anda suelta tu presencia por la casa Sonrío. Rompe su crisálida el 2011 . Sus alas húmedas brillan dentro de mí  y despierta dibujando formas que giran entre mis manos. Buenos deseos que lo cubren todo ¿En qué bosque se petrificarán luego? ¿De qué ramas penderán los sueños? Cierro los ojos y hundo mis pensamientos en el agua de un río que camina por la memoria. Un año más, un año menos, imagen que junta sus fragmentos. Fechas que huelen a sol y otras a sombras. Todo se parece pero es distinto. Hasta la luna  deja sus anhelos escritos entre las nubes y muestra su rostro de niña que espera a los Reyes Magos