Entradas

El cuaderno de mi padre

Imagen
No me atreví a leerlo hasta que hubo muerto. Lo llevaba consigo. Parecía ser un secreto. Me fascinaba verlo dibujar cada letra. Se me ocurría que era un mago y que si ese cuaderno no lo cerraba pronto,  las emes se convertirían en palomas, las efes en peces y las eles  en divertidas lagartijas. Como hombre de campo que era, cada hoja estaba adornada por una flor silvestre que seguramente había encontrado en algún lugar insólito. Señalador precioso que indicaba el día en que sembró el arroz, cuánto obtuvo de la cosecha de trigo y los daños causados por la última pedrada de primavera. Cuaderno prolijo, su letra preciosa parece una pintura perfecta abrazada a cada renglón. Marcaba con una estrella los cambios que realizó en el suelo,  con un círculo el fracaso que tuvo con los frutales y una balanza indicaba las diferencias de rinde entre un año y otro. Hay un espacio de varias páginas sin escribir,sólo la fecha, al final de una de ellas, como una herida de muerte, dibujó una cruz, al m

Gestos que son de luz...

Imagen
Sonrisa primera de un niño triste. Una flor doblándose al despedirse del rocío,  su tallo volviendo al lugar, transparente. Mirada centrada más allá de la mirada. La naturaleza desmintiendo la impiedad del hombre en  una pareja de horneros construyendo su nido  en el árbol que veo al despertar. La tarde cruzando de puntillas  para que no la descubra al partir. Agosto ardiendo al consumirse  y el amor demostrando su valentía  al extinguir las sombras de nuestros miedos.

¿Y para cuándo la vida?

Imagen
Dejémonos de malos presagios, de doler ausencias que jamás fueron presencia. Que nuestros pasos sólo sean de ida. Tuvo mucho tiempo la muerte para dejar su huella, evitemos intuirla, al menos por un rato. Que nuestros días sean algo más que deseo o una pobre fachada de sueños. Observemos en dónde crecen las nuevas raíces. Penetremos el alma de la tierra y respiremos con ella,  la embriaguez de vivir naciendo. Logremos, al despertar, que en nuestro menú aparezca, la respuesta a esta pregunta:

Regreso

Imagen
¿Podemos dejar día  a día, que la alegría nos envuelva? ¿Evitar este andar de engaño, el hombre desangrando su realidad sin anticipar esa dulce sensación de permitir que crezca sobre sus hombros un bello par de alas doradas? Observar el cielo, palpitar el vuelo y recorrer cada nube hasta reconocerla. Sería una forma de regreso, algo así como permitirnos vivir ese milagro que alguna vez creímos muerto.

Ya está

Imagen
Dejo las sombras a la deriva, que la noche no venga a fastidiarme. Escondo algunos "te quiero" escritos de incógnito y le digo a mi boca que tus besos no figuran en el último censo. Quizás así, al no saber dónde están, se diga que  ya está, que es tiempo de buscar otros besos, esos valientes, los que andan con su certificado de domicilio en el bolsillo.

Daniel Barenboim: un argentino que propone a la música como puente de Paz.

La música, lenguaje universal, no hay quién pueda ponerlo en duda. Menos si hablamos de este increíble   director de Orquesta,  la  Orquesta West-Eastern Divan, fundada en 1999 por él y el intelectual Edward Said para reunir jóvenes israelíes y palestinos en un ejemplo de concordia intercultural. La música como instrumento de Paz, dicen que la música calma a las fieras, nunca mejor dicho a estas fieras que no entienden que el odio engendra más odio, estalla la violencia, desencuentro que no parece que pueda mediar la razón entre dos pueblos hermanos. ¿Hasta cuándo dejarán que los intereses de países poderosos primen sobre las vidas humanas?  ¿De qué forma podemos evitar que se continúe priorizando a la estupidez humana, a la necedad y la impunidad de los que realmente pudiendo dar fin a este conflicto, no levantan un dedo para ello? Quizás, si nos uniéramos más, si como Barenboim sembráramos nuestra semilla de amor antes que crezca la del odio y la destrucción de los hoy niños y

Carta para Juan

Imagen
Ha pasado mucho tiempo desde que nos olvidábamos de todo, pies acompañando la danza del  Uruguay,  creyendo que el mundo se salvaría con los que, como nosotros, intuíamos la redención del mismo. Palabras que hacían la plancha sobre los camalotes , se ondulaban cuando discutíamos sobre música o el arte en general. Eras mucho más joven que yo, pero tenías más seguridad en tus afirmaciones.  Decías que el arte no salvaría nada, sí la ciencia.  Apenas trece años, Juan , y yo callaba ante tu seguridad. Quizás tenías razón, la ciencia explique algún día este embrollo llamado mundo. Yo estudiando el profesorado, vos con las zozobras del secundario, tía y sobrino, pero la edad no importaba.. Quien nos escuchara, pensaría que sólo hablábamos de tonterías. En ese entonces tan serias, hoy quizás nada más que ideas. Ambos temíamos hundir  los pies y descubrir que en el fondo no había arena. El barro nos hubiera decepcionado  con su contacto. De esas charlas junto al río, creo que salió tu