El cuaderno de mi padre
No me atreví a leerlo hasta que hubo muerto. Lo llevaba consigo. Parecía ser un secreto. Me fascinaba verlo dibujar cada letra. Se me ocurría que era un mago y que si ese cuaderno no lo cerraba pronto, las emes se convertirían en palomas, las efes en peces y las eles en divertidas lagartijas. Como hombre de campo que era, cada hoja estaba adornada por una flor silvestre que seguramente había encontrado en algún lugar insólito. Señalador precioso que indicaba el día en que sembró el arroz, cuánto obtuvo de la cosecha de trigo y los daños causados por la última pedrada de primavera. Cuaderno prolijo, su letra preciosa parece una pintura perfecta abrazada a cada renglón. Marcaba con una estrella los cambios que realizó en el suelo, con un círculo el fracaso que tuvo con los frutales y una balanza indicaba las diferencias de rinde entre un año y otro. Hay un espacio de varias páginas sin escribir,sólo la fecha, al final de una de ellas, como una herida de muerte, dibujó una cruz, al m