La remera de Belgrano
A Nenacho, quien se marchó llevando consigo el barrio.
Rastas que lucía orgulloso. Afirmaba que en otra vida había sido un dios azteca.
Dominaba tres idiomas. Cada tanto, en sus delirios, los mezclaba.
Golpeaba mi puerta porque necesitaba limones, "para cortar el vino" explicaba.
Alguna vez me ofrecí lavarle la remera. Dijo que no, que sería como quitarle su historia, si se la sacaba sentía como si le arrancaban la piel.
Tenía muchos agujeros, apenas se veía el celeste entre el que se perdía el grito del vino, o una melodía de los Redonditos, escondida en sus hilachas.
Remera que sabía del desprecio, de la manera que tenían los otros al cruzar la vereda cuando él apuntaba a saludarlos.
Sabía de días sin techo, de techos sin días.
Tropezó con una botella, su nuca golpeó muy fuerte.
No volvió a despertar.
Hace un tiempo se fue a jugar en primera allá en el cielo.
Ahora su remera es nueva y su canción alentando a su equipo favorito acompaña a los jugadores todos los sábados.
Cada tanto se me ocurre escucharlo, cuando el silencio de los pájaros me presta las alas para llegar allá, tan lejos pero a la vez muy cerca.
Comentarios
Un abrazo.
un abrazo ♥
Besos.