En el país de Alicia Abatilli

Ser orilla que blanda se abre a tu río, como las sombras se abren con el alba.  Y dejar que  me  cubran tus aguas,  que tu transparencia  sea mi morada. Quedar escrita de espuma mi arena y esperarte hasta la próxima luna llena. Que tu regreso borre lo ya dicho y traigas vuelo de mariposas en tu lecho.  Que sea el festejo del silencio  en unión perfecta con lo eterno. Que no sienta nostalgia del mar   cuando me quieras abrazar . Que vivamos sin restarle al amor por miedo   y prolonguemos los besos   hasta que el final,  nos despierte  con su ruido a huesos.

De la huella y del viento. De lo ancho y de lo estrecho De lo que dije y nadie escuchó De la sed y del río Del beso y del olvido Del vuelo y del acero De la flor y de la piedra Del principio y la distancia     De lo infinito y la nada

En una mano un sueño extenso. En la otra mis alas nuevas. Pongo mi alma junto al viento y espero que el arco iris aparezca por el lado izquierdo de las sierras. Tiembla la belleza    y penetra en mis deseos     de viajar junto a este poeta del cielo.

A René Favaloro No es fácil escribir poesía y hablar de la belleza cuando la mañana no se abre en este país de cenizas, país de libertad muriendo entre las hienas, país de mentiras sembradas por la indecencia. No es fácil dedicarle mis versos a tu recuerdo cuando veo tantos jóvenes sin sueños, tanta nada sombreando el futuro. ¡Tanta indolencia suelta! Una palidez de fracasos cubre el suelo. Suerte que eres como los flamencos y su vuelo :   siempre  indicando cómo regresarle                                                el grito al silencio.

  Algún día, cuando estés cansado, sin fuerzas o cuando tu mirada encuentre por casualidad mi libro de poesías y no tengas que esforzarte para alcanzarlo, léeme. Será como descubrirme por primera vez, porque en él estará nuestro amor amarrado a cada verso, sin sufrimientos que te pesen luego. En mis poesías me tendrás atada a cada letra, dejaré de ser golondrina por un rato y murmuraré en tu oído el último suspiro que te regalé en mis sueños. Pero léeme sin que tu corazón se estreche, deja que sea el mundo abriéndose a tus brazos y recuerda a los girasoles y su belleza, parecían ejércitos que protegían nuestros besos. Demora tu lectura en el verso final, descubre en él a la eternidad, aunque ésta se vista de adiós. Léeme sin que te estremezcas de pena, hay hogueras que ocultan su calor en el silencio. Léeme con el alma. Abandona por un instante la cruz transparente de la culpa; ábrete al encuentro. Que por un segundo, al leerme, sientas que m...

El invierno , exhausto, tuerce su mirada en el lago, como buscándose, como queriendo descubrirse en el reflejo. Como intentando desdecir al gris, al anochecer y a la duda. El silbido del viento detiene a las sombras que se desdibujan en la niebla. Esa  niebla que se parece a la que cubre todo, cuando nos quedamos sin amigos. Sin reconocer al otro. Como la niebla borrándolo todo, cada hombre caminando solo. Sin la mirada testigo. Marchando en silencio, porque nos hemos perdido. Distintas son las montañas que respiran el mismo cielo y se abrazan entre las nubes para no temblar de frío.