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Pasa. Te esperaba.

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Hoy no escribo, prefiero agasajar tus senti d os. Te dejo frutas frescas y dulce de nara njas casero. Sírvete cuanto quieras. Estoy atrapada en un grano de uva. ¿Me puedes ver? Cuando salga de él, charlamos un rato ¿Sí?.

Mundo sin rasgos

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Salió tan rápido que no se percató que le ardían los ojos, creyó que era el humo de la fogata anterior. A los seis años escuchó por primera vez la palabra "miopía", desde ese instante aprendió que la realidad puede ser vista de muchas maneras. Cuando cambió sus "culos de botellas" por lentes de contacto, sus compañeros dejaron de llamarla “Casimira”, transformando la burla dura en admiración sincera. La mirada de ella los dejaba sin habla, desabasteciéndolos de todo intento de olvido. En realidad, no era la mirada sola, sino el juego de ésta con su sonrisa, la ronda de luceros que acompañaban el sensual dibujo de sus labios. La irritación persiste y decide quitárselas. No es una decisión cualquiera porque está lejos de su casa, perderse es la posibilidad más cercana, ella no puede leer el nombre de las calles, ni las discrepancias entre las mismas y las veredas. La certeza deja paso a los manotazos intentando hurgar el aire que indica la distancia entre ella y los d

La quema de recuerdos.

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En el límite exacto donde termina el llanto y empieza la nostalgia, descubre que está cansada de ser la de siempre. De que lo no dicho se acumule en el altillo del después y amenace con caérsele encima en cualquier momento. Está harta de su recuerdo, de que la vigile desde esa vieja fotografía, como si aún se creyese con derecho a inspeccionarla… Ver alguna carta o los carteles ingenuos con los que intentaba sorprenderla de vez en vez, son un motivo para que sus lamentos sin vadazos intenten encharcar su presente. Decide dejar de atizar a la soledad, por ello enciende una fogata con todos los “no” crujientes, con su enajenación, el catálogo de los fragmentos de su amor y sus “te kiero” tendidos en el alambrado de la duda. Avivan la hoguera una brújula señalando la tristeza recorrida estos últimos años, las pesadillas cotidianas al intentar nadar allí donde el río ya estaba seco y las anteojeras que le impedían ver el sinsentido de sus esfuerzos. Como sucede en algunos infiernos, compru

Circo romano

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Soporto la banalidad de estos tiempos casi con estoicismo, pero cuando se la toman con nuestra historia me enfurezco. Ahora está de moda que los que dicen ser “historiadores” hagan de su materia de estudio, un vulgar chismorreo, seduciendo al público al “revelar secretos a voces”, discerniendo si Belgrano era gay o no, si a San Martín lo engañaba la mujer, si Alberdi era misógino o si Sarmiento tenía problemas de erección…. No sé qué está ocurriendo en las actuales facultades o profesorados de historia, pero imagino que los egresados que destacan en la televisión, es porque descubrieron que el secreto está en seguir entreteniendo a la plebe, el circo romano en auge, espectáculos gratuitos que evaden a los televidentes de los verdaderos problemas sociales, sin ser conscientes que son controlados por el “emperador” de turno. El ocio de los argentinos, poderosa arma de dominio, el ilustre gobernante descansa tranquilo, encontró la forma de controlar las insurrecciones populares. Por suert

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Faro de ausencias.

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Él vive en un agujero negro, al fondo del mismo. Sin saber cómo, le llega el eco de una voz serena. El recuerdo clava dardos de urgencia en su cuerpo tatuado por las sombras. Sabe que ella lo llama, cor re a su encuentro pero tanto tiempo de rodillas lo hace tropezar con su propio miedo… Allí, al final del agujero se asoma ella, mirándolo desde el siempre, escuchando sus silencios, reflejando su belleza. Ambos se presienten, pero es tan difícil no perderse en ese agujero negro… Ella hace de su sonrisa de luna, un faro, para que él no se pierda en cuevas de las que cuelgan mil dudas. Tarda en descubrir que su amor ya no titila como antes. Colapsa una estrella en la zona de los imposibles...