Dualidad
No había lugar para otra en mí, por eso le pedí que se marchara. Aunque ella supiese de la flor en llama, del tiempo cincelado en piedra, de andar descalza por la siesta y de bajar hasta el aliento del agua. Olía a savia, valles y montañas. Se alimentaba de mi alma y cuando más ocupada estaba, me buscaba para que la escuchara, me hacía mirar en las nubes unas alas. Tuve que herirla para que me abandonara. Que duerma en mí para siempre su plegaria, que la niebla se arremoline a mi rutina... Río Chico de Nono. Traslasierra. Córdoba