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¿Por qué no la encuentro?

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Sé que aborrece el día, y por ello me mantuve despierta, para habitar la noche. Pero no estaba allí… Me lo contaron las sombras. Quizás buscase el refugio del sacrificio, y me sacrifiqué hasta inmolarme, pero jamás la vi. Sospeché que habitaba la soledad, y fui hacia ella… Me perdí, entre tantos solos, pero no la encontré. Tal vez, estaba junto a mí, pero tan cerca, que no la podía ver. Subí a la gran montaña, y desde su cumbre sostuve la mirada, pero no la vi. Me quedé, a la orilla de cualquier camino, por si acertaba a pasar… Aún sigo así, callada, para escuchar sus pasos, pero  no llega, y temo que jamás llegará. De todos modos no me moveré… ¡Oh Inspiración, siempre tan lejana y esquiva, no tardes más o deberás crecer entre la piedra!

El juego del deseo

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 Todo es fuga al parecer, un mundo del gesto,  un mundo del beso, el desnudo que intuye el relámpago final, agonía y felicidad. Deseo absoluto, desafío, acento, voracidad sensual… ¿fatalidad de amar? Porque este abrasarse como una llamarada en la noche, puede ser una forma de evadirse, de evadirnos.  Ese estar con los ojos abiertos, es delirio penetrando el mundo. Ese hambre de pasión que demuestras, revela un deseo de iniciar un juego, de jugar a los dados con el deseo, negar el mar de lo no posible. Los dos sabemos, que todo se corrompe, hasta esta exuberancia tuya de expresarte, la intensidad de la vida por ejemplo, esa realidad que no soporta el entusiasmo. Quizás sea tremendista, pero tu intensa energía hace que le tema a la catástrofe. Esas sensaciones que producen un estallido, esa expansión desorbitada, vida trepidante en el silencio que se desborda por la noche. Algo me insinúa el peligro, temo a alguna grieta que pueda desmoronarnos, no quiero tu desasosiego, en esta

En unión con el grillo

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De toda la noche es dueño… Se apodera del presente, cuando canta justo debajo de mi propia ventana… ¿Por qué no en otro lado? Mas, lo prefiero al silencio que grita… A la pregunta de la estrella, al fervor del misterio, envuelto entre las sombras… Me uno a su dócil canto, entre un coro de élitros que se unen al mío… Y me sumerjo en el sueño.

Déjame que tienda tu recuerdo

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¿No quieres que hable de ti? ¿Que te mire, cuando no estás presente? ¡Ayúdame…! Cuando no estás, hago palabras de tu ausencia y, cada letra, es un “no” al adiós. ¿Te hiere que sepan cuánto te amé…? ¡Déjalos… y deja que yo se lo diga! ¡Déjame que te tienda, en mi recuerdo, como el lienzo que nos cubría, recién lavado, para que se seque al viento…

Ingenua sensación

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 Se ha ido el pudor, esa extraña sensación, al sentirnos desnudos, y traspasamos todos los miedos. Nos miramos de frente, sabiéndonos radiantes, pese a ser tú un ogro y yo la dama de los pantanos. No me siento extraña, al contrario, soy mar, viento y cielo, soy raíz hundiéndome en la tierra. Vuela un colibrí perforando mis ideas, me visto de lluvia para el campo sediento y me desplomo con la mariposa inerte. Soy la cruz en la que descansa la vida, el nacimiento del relámpago y el ala de la paloma cobijando a sus pichones. Soy la hora del sol enredado con las sierras, el alivio del labriego al resguardar su cosecha, la nube que desciende cuando la sed llama. De todo el planeta, no me siento extraña, Ni de la calma, del grito, la vigilia el hueco, el sueño y las sombras. Ya en ellas, se ha ocultado el pudor.

Monotonía

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Nada ha cambiado. En mi vida, en tu silencio. En el árbol protegiendo su nido. Parece que todo está inmóvil. Hasta el aire… Duele la monotonía Ese no saber para qué seguir por un camino sin asombros.

Deseo imposible

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¡Que más quisiera yo…! Por un instante, perderme entre poemas que se esconden en mis sueños… Dejar que vuelen, sin tratar de asirlos; sin estirar la mano, y así, volando entre las nubes, puedan ellos encontrar un nido… O mutarse en pequeñas humaredas que yo pueda mirar desde lo lejos… Y allí, borrarlos, ante lo irremediable del destino. Pero los quiero aquí, muy cerca, para que ellos sean reflejo de mi alma, de la belleza que se esconde en ella… ¡Ay, si fuese así… si fuese cierto! Tan sólo soy leal conmigo… También quiero volar… Tiendo mis alas, porque existo, y sólo sé temblar, mientras florezco y muero.