En el país de Alicia Abatilli

Antes que deje de llover y el sol se adueñe de mi insomnio, quiero descubrirte en cada gota, cerrar por un instante la puerta al desamparo, dejar que el presente haga una cruz sobre el olvido y mi frente se apoye en el cristal frío, como queriendo traspasar algún sueño, mientras mis labios besen una flor   como quien besa por primera vez la vida y reconoce en  ella el designio del agua al buscar la tierra virgen. Designio que se cumple en mí, cada vez que te pienso cuando llueve…

  Desde algún lugar, alguien con alma de piedra busca mi palabra de río, eso me inquieta… No quiero llegar a él, temo que me detenga. Esa costumbre de transcurrir por transcurrir, cielo que habla de perdón, vida temblando en la arena,    pasión que escucha detrás de las puertas,  piel que se renueva con el alba y duda que en el aire se quiebra.  ¡Despierta río, despierta! Creo que anoche soñé con agua y piedras...

Este día trae algo de amparo, algo de besos que no se han evaporado, de tinieblas llevándose todo lo vano. Tengo frío...  Pienso en lo que no ha sido.               *** Rozar por un segundo tu entrega dejando que esa llama se  funda a tanta espera y al fin me someta.               *** Me iba a ir. Lejos muy lejos, no te enterarías dónde. No debía importarte. Pero te fuiste antes.  Hasta de mis huidas eras la causa. ¿A quién culparé ahora? Mi vida  te necesitaba de pretexto para seguir siendo.               *** Toda felicidad que se precie debe saber del dolor , debe tener como amiga a la intuición para  divisarlo a la distancia y prevenir a los escasos momentos felices de la vida cuando éste ande acechando.               *** No sé cómo pero tu nombre ya no está, algún pájaro se lo habrá llevado. Lo picoteó y picoteó, lo transformó en canto y te fuiste con él, a compartir secretos. Quizás uno de estos días, el viento, me traiga tu nombre,

El amor, en dulce espera con la ilusión, se pierde entre lo infecundo, temporal que escolta mi alma hasta la tierra de los espejismos,  la de los “había una vez” y los “jamás”... Mientras tanto, el jardín estrena un espantainviernos y una vaquita de San Antonio parece preguntarme:                   ¿Se puede explicar la vida entre los pétalos de una flor? Respondo que sí, una flor puede explicarnos la vida, porque es sustancia que se descubre en un amarillo ardiente, fragilidad que libera sus destellos en aromas, corazón pudoroso que baila al ritmo de la brisa y llueve  en perlas de luz mensajera cada vez que  la miramos…

El ronroneo de las sombras va llamando al sueño a la gran ciudad.  En mi calle, al fondo, veo pasar espectros buscando aquellos deseos que ya no podrán cumplir. Su intangibilidad es poderosa ahora, que quieren y no pueden. 

Colibríes danzando entre mis manos. Todo es cuestión de libertad, evitar no invadir su aletear. Detenerme, dejarlos ser. Ser con ellos a la vez.  Si me muevo, invadiré su espacio.    Nunca experimenté esta alegría, así,  quieta, conteniendo el aliento ,  siendo parte de este milagro picoteando mis manos, haciéndome vivir su intimidad,   invitándome a ser una más, hija del aire, porque ellos desean que lo sea y  extienden sus alas enseñándome las mil formas de volar… Imagen tomada de internet