Semana Santa no es igual a vacaciones o huevos de Pascua
Hubo un tiempo, antes de aprender el Padre Nuestro, antes de entrar a una iglesia, mucho antes de la comunión, antes del roce con lo ya dado, aquel tiempo en que todo parecía natural, ahí puedo afirmar que rezaba. La alegría que sentía al hacerlo no volví a experimentar jamás. Me parecía que todo lo que me rodeaba era protagonista de mi rezo, se sumaba a él, se fundía en la verdad. Nunca fui más verdadera. Después vino la catequesis, una mujer que sólo gritaba, no enseñaba. Imponía el rezo mediante el temor. Y temí rezar a solas, se me ocurría que si lo hacía, ella se enteraría. “La Graciela” parecía tener algún parentesco con esas noches de terror que inventaba mi hermano para asustarnos. Dejé de quedarme a solas en el campo, se me ocurría que un ciprés era la figura de esta mujer acercándose. El miedo puede hacer desastres con la fe. Ahora comprendo las palabras de Jesús: "