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Pobres caballitos

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No puedo dejar de temblar. Rabia e impotencia hay en mí. Lo había visto cargar más de lo que podía cargar. Broza, ladrillos, basura que algún vecino no sabía dónde tirar. Un joven insensible lo gobernaba. Le dije más de una vez que lo soltara en algún campo, que viese por un rato la libertad. Le conseguí de un verdulero aquello que le podía dar. Después me enteré que el joven se lo llevaba pero nunca lo compartió con él. Parecía reconocerme, o quizás a mí se me ocurría. Siempre que lo encontraba, me miraba.  Hablé con el dueño primero, luego me enteré que no lo era, era peón de otro peón.  Que hable con la  Municipalidad me dijeron. Así lo hice. Nadie respondió del otro lado. El contestador me decía que si conocía el interno marque, que de lo contrario espere y alguien me atendería. Nadie me atendió. Como nadie atendió al caballo. Quizás fue por casualidad, yo vi cuando cayó. El peón del peón lo castigaba para que se levantara. Intenté quitar el palo con el que le pegaba

Mujer Luna

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Se cubre de luna No hay mejor presencia Ni flor o perfume que pueda serlo El silencio sabe a tristeza quebrada, a dolor que no entra en el alma. Todos los colores en sus manos. Todos.  Ella misma es la luna. Mágica aparición que niega los tal vez. El hombre bebe su luz, teme ser rechazado al alba.

Querida amiga

 Puede ser que el aire deshaga este sueño y dejarás de ser flor, o ala de mariposa caída, Serás barrilete jugando con el sol. Como antes, cuando me ayudabas a levantarlo o curabas mi rodilla lastimada por una piedra, Decías que no dolía y te creía. Te creía, siempre te creía. Atravesaste tu hondo pesar y eres el aire mismo Eres más que el aire, lo gobiernas. Nada te ata a esta tierra, sólo una promesa, ambas sabemos de qué se trata. Una tarde cualquiera, regresaremos juntas, sin tiempos inútiles, sin dolor, sin pesadillas  Con la libertad de la inocencia ganada jamás perdida, querida amiga. No estás sola, nunca lo estarás, en cada acto de amor atestiguas tu presencia.

Geografía

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Puedo elegir cualquier punto cardinal,  pero de todos prefiero el norte de tus brazos. Llegar al fin del mundo no me importa s i puedo mirarte y secar mi tristeza  con tus manos. Extenderme sin pensamientos s obre la ladera blanda de tu pecho y  dormirme como duermen los pájaros  cuando terminan su nido y se refugian en él  soñando con polluelos que lo habiten. Contigo puedo visitar cualquier lugar, incluso las sombras. Geografía de mi temblor, cuerpo y melancolía. Tarde dorada extendiéndose en mi vida Distancia entre mi piel y el aire de tu respiración a compasándose con la mía. 

ESTREMECIMIENTO

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El viento se esconde dentro de un campanario,  temeroso de romper la ausencia de palabras.  Quizás si una campana venciera al silencio, encontraría un pretexto para recorrer el espacio  que los aleja. Los musgos lo descubren. Dicen que está allí, pero al verla, no se atreve a salir. Le gustaría que al menos el viento fuese el pretexto de su temblor. Pero no, es la lluvia bajando hasta ella para ahogar un nombre que por oscuro, no se atreve a salir. Sabe que es una simple hoja y que el árbol posiblemente ya la olvidó, pero de alguna manera sueña con subir ese escalón, quizás desde allí pueda  decirle adiós. 

Vestida de madreselvas

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Florece mi piel de madreselvas, sobre ellas, algunas abejas liban a su antojo.  Río y cuando lo hago, una mariposa viene a preguntarme si lo mío es contagioso. Al parecer las mariposas saben de lo breve, o quizás sean las encargadas de la felicidad, por eso su temor, por si acaso en mí,  la felicidad sea algo más que un instante, piensan cómo explicarles a los demás la tristeza, si hay al menos una persona que no lo está. La tranquilizo, dejo que regrese a su vuelo y me quedo pensando si ella es la felicidad que cansada por lo efímero, vino a desmentirlo en mí. En mi pelo crecen seres de un tiempo que nadie conoce, lo trenzan y cantan un mantra que habla de plenitud y de misterios. Así, toda cubierta de felicidad puedo reconocerme como recién nacida. No es fácil descubrirse feliz y mantenerse así. Vestida de madreselvas puedo decir que soy feliz. Sí, en presente.  Los humanos tendemos a visitar la tumba de la felicidad, recordarla luego que se ha ido.  ¿Si tuvieses que dib

Siempre

 Viene la noche con sus pasitos cortos,  intentando desmentir lo que veo. Tus manos encendidas de caricias,  rodean las sombras, juegan con el aire  y llegan hasta mí como estrellas.  Esa manera que tienes de entregarte. De hablar sin palabras, de hacer nacer de la nada,  respuestas que no necesitan  preguntas. Ninguno de los dos sabe del otro demasiado. No nos importa saberlo, no creemos en fronteras  Por eso quizás, por primera vez, iluminan los siempres  en un cielo  del que huye la tristeza.