Pobres caballitos
No puedo dejar de temblar. Rabia e impotencia hay en mí. Lo había visto cargar más de lo que podía cargar. Broza, ladrillos, basura que algún vecino no sabía dónde tirar. Un joven insensible lo gobernaba. Le dije más de una vez que lo soltara en algún campo, que viese por un rato la libertad. Le conseguí de un verdulero aquello que le podía dar. Después me enteré que el joven se lo llevaba pero nunca lo compartió con él. Parecía reconocerme, o quizás a mí se me ocurría. Siempre que lo encontraba, me miraba. Hablé con el dueño primero, luego me enteré que no lo era, era peón de otro peón. Que hable con la Municipalidad me dijeron. Así lo hice. Nadie respondió del otro lado. El contestador me decía que si conocía el interno marque, que de lo contrario espere y alguien me atendería. Nadie me atendió. Como nadie atendió al caballo. Quizás fue por casualidad, yo vi cuando cayó. El peón del peón lo castigaba para que se levantara. Intenté quitar el palo con el que le pegaba