Atardecer y palomas
Caigo en la cuenta que los atardeceres son mis aliados. Alimentan mi nostalgia y la desgastan. Último instante del día, calma sin nombre por ser un día cualquiera Pero que no vengan las palomas a cantar en el árbol más cercano, porque no puedo dejar de pensar en un cementario olvidado. Los atardeceres tienen lo bello y también lo triste. Será quizás que al atardecer llegué un día de septiembre y en un atardecer se fue mi padre y mi hermano. Cuando recuerdo l os rostros queridos, los envuelvo con la luz del atardecer. Mis mejores paisajes están inmersos en él, incluso los gestos. A veces creo que el atardecer es como la lluvia, por eso me digo "heme aquí otra vez, sola, bajo el atardecer, como la lluvia, sé que terminará". Pero la tierra agradece su presencia y lo saluda con aroma de hierbas creciendo, menta doblegando las piedras, polluelos que buscan a sus madres para ser cobijados. Pero el canto de las palomas hablan de ausencia, termina con la armonía o