En el país de Alicia Abatilli

Bebes de mí. Me absorbes en la oscuridad. Piel que se mueve cuando te mueves. Camino cuando lo haces. Vivo, si vives. Si te mato, me matas. No quiero ver flores, ni lunas llenas, porque estás mirando conmigo, y me conmueves. Voy a tirarme entre los duraznos maduros y dormiré allí, no encontrarás mis recuerdos mientras duerma.  No importa el campo que recorra, eres toda la tierra, eres mis pies y mi sombra. Puede ocurrírseme colgar del vacío, pero el vacío está pendiendo de tu mano. Y no podré caer jamás. Me aferras en el vuelo de la ausencia. Mejor dejo abiertas mis heridas, sé que vendrás pronto a lamerlas, hasta regresarme en el consuelo. No he vuelto a llorar desde que dijiste irte. Sé que en las lágrimas persistes. ¿A qué llorar cuando es en vano, cuando el llanto se seca antes de ser derramado?   Mejor sigo con lo mío. Sé que estás conmigo y que pase lo que pase, no permitirás que alguien vuelva herirme.

Creo ser quien soy.  Los otros me definen por aquello que se oculta a mí. A veces no coinciden mi ser con la mirada de ellos.   

Le dijo "en diciembre salgamos de vacaciones". Ella comenzó a organizar la felicidad. Despertó cada mañana con la promesa de diciembre (apenas era abril). En julio él le escribió un correo con una frase: "lo de diciembre no podrá ser". Impulsiva,  le respondió "¿puedo ir yo?". Silencio... hasta hoy ( noviembre), diciéndole que sí, lo de las vacaciones de diciembre estaba en pie. Que podía ir. Que había estado con otra mujer, pero no resultó. Y se descubrió la segunda opción de él. Supo que era más fácil no querer. O no saber querer, como él. Se sintió ese   pedacito de limón en la heladera que alguno no usó y envejece allí. Nadie sabrá de él, excepto la basura.   "Es mejor no querer", se repite una y otra vez.  Apenas camina, por temor que los demás perciban el ruido de su corazón rompiéndose.  Aquellos que también han sufrido del mismo mal lo conocen bien, por eso es difícil pasar desapercibido. Escribe, es una forma que tiene de reme

Busco algo, no sé, un bostezo de sol, un rostro que recuerde algún febrero Una manta de apego, la del alba. El último asiento en el tren a las nubes. El florecer de los suspiros. Pensar más allá del vacío, zigzaguear entre el infinito y un hombre explorando mis huellas.

No sé si tu sombra gustará de mi sombra y podrán sentarse en alguna plaza a dialogar. Pero me llama el misterio, el no saber si existes o es un invento de mis noches quietas. Me las arreglo para rastrear tus señales, saber que tu perfil no es verdadero. Pero a veces, lo incierto aparece más cierto que lo vivido. Cosas de la mente o el desvarío, no lo sé. Escribimos una historia. Los dos sabemos que para otros puede ser extraña, hombre sin nombre, La mano de los días intenta despojarnos de lo nuestro. Fantasía de un instante que nos persigue una vida. Obligados a no olvidarla, queriendo que tu Norte se acerque a mi Sur.  Pero en realidad, los dos sabemos que es un cuento de nunca acabar. Hasta mañana, quizás nos atrape la realidad y al fin nos alejemos.