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Fuiste música y ternura

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Después de esos poemas

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Puedo mirar la noche durante horas

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Puedo mirar la noche durante horas. Algo se encuentra siempre entre las sombras: lo vivo, lo muerto, el vacío y el relámpago. En el día no es fácil encontrarlos, digo,  cuando se tritura el silencio.  Cuando el ruido lo estruja,  y no le queda otra que chorrear entre las horas, hasta la calma.  Y no me  digas que cuando lees esta entrada te recuerda a  Neruda, porque osé utilizar al comienzo de la misma, la palabra "Puedo". No me gusta Neruda. ¿Es un pecado? Quizás sea porque es jueves. Y no hay jueves que en la noche  no me encuentre desafiante. Como esperando algo o alguien que me enfrente.  Algo que me ayude a convencer que mañana no será viernes y que otra vez, la pena remontará la calle de la Ausencia.

Mejor el final

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Promesas de regreso. Y quizás sí, regresaremos.  Palabras que llevan una vida sin ser pronunciadas. Me contarás de vos. Dejaré de mirarte. Preguntarás por mi silencio, te explicaré que es el silencio del  final, el definitivo, el del nunca más, porque es mejor ésto a la agonía de caminar ese final una y otra vez.

Aquel atardecer

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 ¿Dónde está el atardecer aquel? Lo busco y busco. Nada. Lo pinto y pinto. Mamarracho. Invento colores (creo inventarlos porque  está todo inventado, escrito, dicho). Gris. Y más gris. Recuerdo ese día, la felicidad (¿existe la felicidad ?) de darse cuenta que en ese instante, era feliz. Quizás por eso, ahora, no lo encuentro. Taparé mis ojeras, cerraré mi impaciencia, anularé la impotencia y volveré a creer en eso que decías "todo, todo vuelve". Hasta un atardecer como aquel. ¿Para qué me engaño? No existe tal cosa. No estás.

¿Ambulancia o policía?

Aún no distingo entre la sirena de una ambulancia y la policía. No sé bien para qué quiero hacerlo, porque ambas me inquietan, ambas quiebran mi silencio y destruyen la confianza. Rompen la cáscara. Denuncian mi fragilidad. La fragilidad de todos en realidad. La enfermedad y el odio, la maldad y el accidente. Enfermedad, accidente o delincuencia, es lo mismo a la postre. Muerden desde el pie. Hacen que te caigas. Inspiran desconfianza y nos descubren vulnerables. No, la verdad que no sé bien si lo que se acerca es una ambulancia o la policía. Hace rato que tengo la cabeza sobre el pavimento, gritan por todos lados, pero nadie se acerca. No sé si me golpearon o me caí. En este momento es exactamente lo mismo.

Hablando del infinito

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Pasos imperceptibles, para otros. Para mí, constancias del silencio. Me duermo entre los segundos, centésimos de ellos. Dejo de llamar al olvido. Es mejor quedarse así, desnuda, sin tiempos, hablando del infinito con las sombras.