Comienzo esta carta como las comienzo en mayo, cada año. No las envío. Pero es como si. Las dejo siempre en el mismo lugar. Ayer, por un descuido, cayeron todas y pude compararlas con las hojas que se juntan en la plaza de mi barrio. Afuera, el otoño y en mi habitación también. Me gusta el verde viejo, el naranja y el amarillo por el que van pasando los árboles, así mis cartas. Las más viejas, ocres son mayos anteriores, otras papel delicado, color uva o sentimiento y las últimas, más claras que las anteriores, pero más breves. Cosa del tiempo. Voy a juntarlas y ordenarlas por año. Quizás algún día pueda decidir qué hacer con ellas. Quizás ellas decidan por mí, se conviertan en pájaros revoltosos y decidan buscar la salida por sí solas. Puede ser que entre todas decidan ser alguna poesía, o un relato breve. Tal vez, el inicio de una novela. O simplemente papeles manchados adhiriendo al silencio, evitando ser leídos. Será un volver a empezar. Un buscar la voz que se halla encerra