Siembra de arco iris
Escribo algunos posts con la intención de alivianar dolores, los tuyos y los míos. Comprendo que el mal no se va, pero es una forma o un camino. Al fin y al cabo, escribir es una forma de no darle importancia al absurdo, es un intento de minimizar la perpetua insatisfacción, compañera de la duda y el desencanto. Mientras tanto, mi sombra aún se recuesta en la búsqueda de otros amaneceres, puedo distinguir entre las huellas del otoño, las pisadas de aquella que seré. Por ejemplo, en estos días, las magnolias juegan con el viento a ser bailarinas exóticas. Se desvisten lenta y seductoramente, pero a la vez casi con el mismo pudor de una mujer desnudándose por primera vez ante su gran amor. El guardián del tiempo, reconocido voyeurista, se distrae contemplándolas. Su descuido, me permite robarle a la niñez el durazno más jugoso que aún aguarda en aquel j a r d í n de puertas siempre abiertas. Allí llueve polen y los poemas cantan. Es un paraíso sin prohibiciones y los picaflores no temen...