No quería saber cómo eras, prefería que siguieras siendo palabras, alguien que indagaba en una sucesión de comentarios y nada más. Pero me dejas un mensaje de voz y todo cambia, me desguarnece, me atrapa. Escucho una y otra vez ese mensaje, quedo en él, inmovilizada, abrazada por una voz, encantada, fascinada. Mariposa frágil ante el verano indócil, lluvia grácil después de tanto desierto caminado. Me viste de alegría tu voz, me gusta saberla abridora de mañanas. Las estrellas dejan de titilar cada vez que la escucho y el cielo se multiplica en racimos de esperanzas. No quiero saber nada más de tu persona, necesito quedarme con tu voz. No insistas, prefiero que cada palabra tuya siga decantando dulcemente en mi fantasía, no quiero que la desesperanza desborde en tristezas, temo que la certeza me niegue esta mágica melodía. Deja que mis deseos se desboquen en loca carrera y que mi imaginación se pierda en lo posible, hoy no tengo tiempo para comprobar cuánto hay de cierto entre mi ilusi...