Hace un tiempo conocí a Marta, una mujer que vive debajo de un puente, junto al río Suquía. Allí sobrevive, con sus cinco hijos, al último decidió entregarlo en adopción para que no sufriera la misma suerte. Desde ese día esta madre llora esa decisión. Lo que sigue a continuación, es lo que ella quisiera decirle a ese hijo: “ Te tuve que entregar hijo mío, No porque no fueses bueno, Sino, para no cargarte con mi destino. Si te hubieras quedado conmigo No tendrías esa risa de domingo Ni ese cuarto con juguetes, Ni ese patio inmenso, en el que te espío. No tendrías descanso, en los días de frío, Ni navidades, ni reyes magos, ni travesuras en el río. Tu escuela sería la calle como lo fue la mía, Tu ejemplo no sería yo, sino alguna alma perdida. Aterrado del mañana, vivirías el presente Navegando siempre, entre la vida y la muerte. Estuviste en mí, nueve lunas de delirio, Nueve lunas sin crepúsculos, Porque me llenaste de versos, Si hasta te canté algunas nanas Aunque aún no habías nacido