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Escritos al vuelo: La carta

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Sabrás que te escribo, cuando los cipreses te hablen. Aún no los has escuchado, no aprendes, no sabes. Veo a las nubes hablar con el aire, como mis palabras abrirse en el cielo, apartando el olvido, avanzando entre los escombros indóciles de lo negado. Aprovecho la última brisa de verano para que se enrede esta carta en el lugar que reposa tu nostalgia, como al descuido la descubras y sin querer la abras. No sé si me recordarás, mi nombre quizás te sea conocido, como se reconoce el sabor de una naranja en cada naranja, pero nada más, algo familiar, oscilando en alguna  hora que ya no es la nuestra. No puedes imaginar cuánto tiemblo al escribirte, al ensanchar mi memoria. ¿Aún vives en el campo, en esa casa con un patio inmenso, un molino -hogar de horneros-, una huerta que cuidas con tanto esmero, unas cuantas gallinas, una laguna en la que juega la vida y sus reflejos, una mujer y los niños insistiendo en despintar tu tiempo?  No te gusta el sol cayendo, nunca te gustó, te

Abrazada a la luna

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Esta luna de marzo que llega y no se va. Tan cerca,  gigantesca luciérnaga, halo de plata que ahonda la ausencia.  Se presenta como un ángel, alguien que trae consuelo, pero desnuda de manera implacable el lugar exacto en donde se esconde el silencio , mordaz, maligno, oscuro testigo de unos besos que nunca serán. Y rechazo su luz, por eso la abrazo, para taparla o negarla, para cubrir esta soledad tan próxima.   Quizás la abrazo, porque al confundirnos, creemos vencer a las sombras, esas innegables, que ni el alba puede  acallar. Ambas lloramos, la luna y yo. Sus lágrimas son más dulces que las mías, tienen sabor a prado en flor, las mías son dagas hiriendo la noche.  Su dulzura y mi dolor son la misma cosa ahora. Las dos buscamos no perdernos en el olvido, ser signo, destino, que nos nombren unos labios, a ella los del cielo, a mí  los del misterio.

Mar de versos

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Es muy tarde para hablar del alba y temprano para llamarnos noche, igual llegaré hasta tus lágrimas, para pedirte que te abras, que me recibas sin reproches. Que me sostengas en lo eterno y te descubras un hombre nuevo. No es mi palabra la que te obsesiona es el silencio que sangra en cada hora esa hora que bautiza tu herida y golpea tu frente tanta demora. Pero mírame, mírame desde el siempre, llévame contigo, yo te llevo desde el sin olvido. Y crezco en un mar que se estira. Desde allí te miro.   Ese mar que sin conocernos, nos ha unido. Mar de versos, cristalino refugio en el que vivimos esperando coincidir en el tiempo y en la misma orilla convertirnos en Verbo.  

Depósitos de sombras

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Sombras que pasan sin que las vean. Limitados por el tiempo o la indiferencia Limitados en sus fuerzas y la indigencia. Todos sufriendo lo mismo: La ausencia. Todos esperando el final de su existencia. Dejando en alguna parte olvidada su libertad No quieren darse cuenta, es mejor quizás. Lloran sin lágrímas para no asustar a los demás. Sin preguntarse nada, no hay necesidad. Y el bastón, la silla de ruedas y la televisión, forman parte de un escenario sin ilusión. Visitas espaciadas. Ternura sin devolución. Y quedan sin hablar, sin reconocer, sin ser. Llegan los piadosos, rezan, se abruman, desaparecen Vienen los terapeutas, cantan, festejan, disfrazan. La tristeza es la única que se acerca y los abraza. Antes sus padres tenían un lugar, el de su amor. Eran cuidados, eran respetados y venerados. Tenían nietos que venían a sus brazos para ser consolados, los abuelos no eran material de descarte. Eran escuchados. Del hogar que ellos mismos forjar

Si supieras

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Que todos los caminos tienen una señal con tu nombre. Que de todos mis amores eres el temblor del mundo en mis brazos, y que este mundo no me alcanza si te marchas Que de todos mis silencios del que jamás pude salir fue el de tu propio silencio. Que mi soledad tiene una campana colgada esperando que la toques Que hace mucho más frío desde que tus manos no calientan las mías. Que de todos los castigos el que más me duele es el tormento de no pensarte. Que los ángeles no se acercan a mi ventana porque temen que les quite sus alas para alcanzarte. Que el abismo es más profundo desde que no me atrevo a mirarlo por si has caído en él. Que hay una sola palabra que puede salvarme, pero si no la dices tú, nadie más puede decirla.

Buenos días

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Sé que estás ahí, caminando hacia mí, desde algún lugar que jamás advertí. Volando entre las nubes, risa y viento. Escondido en mi corazón. Despierto. Creí estar dormida, pero es cierto Alguien toca mi puerta, entras a mi reino. ¡Buenos días, buenos días, buenos días! Y tus manos juntan mis sueños. Creo que va a estallar mi pecho Hace tanto que mi día está desierto, tanto como tardaron tus pasos para encontrarme  amaneciendo.  La poesía en mi voz:                                         

Sin presente

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Anda tropezando mi país, se ha perdido. La luna nueva en los jardines se ha dormido. Grazna un buitre entre la carroña del pasado, con mentiras y corrupción esconde lo saqueado. Entre tanto, la dignidad recorre el cielo en  pandorga busca el viento de la justicia para que la sostenga, se acerca a la memoria para que la contenga, de una nube pequeñita se aferra y en gotas se descuelga.  Murió la rosa, se hizo gobernante el olvido La música hace tiempo que se ha ido, los símbolos ya no tienen sentido. En este país,  el presente ha sucumbido.