UN ÁNGEL ESCONDIDO
Esa hora indecible, esa en que la noche viste su negra capa de quietud... Cerca de mí, el Cementerio de la Ciudad en que vivo. Cuando se va el sol, no viene a mí la dicha, la alegría... Hay mucho llanto contenido cerca; mausoleos y figuras de piedra entre paredes de miedo, sin un poeta que pida perdón al Silencio. Mas... un día cualquiera, de lirismo absoluto, llegué al lugar, cargando mis enlutadas certezas. Un campanario, doblaba mis pasos... La puerta cerrada... El viento, exhumando mis dudas y un ciprés gigantesco, que me miraba con desdén. No le temí, lo miré cara a cara, descubrí al hacerlo unas alas, escondidas entre las ramas, que conmovieron mi incredulidad de estatua viva. Y, por un instante, no sé cómo, aquel Ángel de piedra, escondido, bajó de su peana y lloró conmigo.