Se amontonan las palabras, pero lo hacen para guarecerse de la lluvia. No quieren tener sentido. Se acercan pero no se tocan. Se juntan pero no están bien juntas. Son como aquel viajero que la tormenta lo obliga a buscar resguardo, comparten el mismo techo. Nada más. Viene el viento y las convierte en flores. Tampoco quieren llegar a ser un jardín, extrañan los renglones. No les gusta estar todas apretadas o sufrir la desidia del jardinero de turno. Ayer se reunieron, decidieron regresar a mí. Descubrieron que en mi silencio están más cómodas. Comen todos los días y yo no les exijo demasiado. Sólo que estén por si se me ocurre algún día volver a escribir. Hasta entonces, descansan.